Zygmunt Bauman, uno de los sociólogos y filósofos contemporáneos más citados en el mundo occidental, analiza en su libro Trabajo, consumismo y nuevos pobres si es factible dar con nuevas soluciones para combatir la pobreza y adaptar cómo es comprendido el concepto de trabajo en la sociedad.
En su ensayo, Zygmunt Bauman desgrana la férrea idea que la sociedad tiene respecto a la idea de trabajo, con independencia de la orientación política predominante en un país. Señala también que la autonomía del trabajador entra en cuestionamiento. El texto, titulado originalmente como Work, consumerism and the new poor, arranca con esta reflexión:
"Las sociedades tienden a formarse una imagen idealizada de sí mismas, que les permitirá «seguir su rumbo»: identificar y localizar las cicatrices, verrugas y otras imperfecciones que afean su aspecto en el presente, así como hallar un remedio seguro que las cure o las alivie. Ir a trabajar —conseguir empleo, tener un patrón, hacer lo que este considerara útil, por lo que estaría dispuesto a pagar para que el trabajador lo hiciera— era el modo de transformarse en personas decentes para quienes habían sido despojados de la decencia y hasta de la humanidad, cualidades que estaban puestas en duda y debían ser demostradas. Darles trabajo a todos, convertir a todos en trabajadores asalariados, era la fórmula para resolver los problemas que la sociedad pudiera haber sufrido como consecuencia de su imperfección o inmadurez (que se esperaba fuera transitoria).
A la luz de esa meta, estar sin trabajo significaba la desocupación, la anormalidad, la violación a la norma. «A ponerse a trabajar», «Poner a trabajar a la gente»: tales eran el par de exhortaciones imperiosas que, se esperaba, pondrían fin al mismo tiempo a problemas personales y males sociales compartidos. Estos modernos eslóganes resonaban por igual en las dos versiones de la modernidad: el capitalismo y el comunismo. El grito de guerra de la oposición al capitalismo inspirada en el marxismo era «El que no trabaja, no come».
La visión de una futura sociedad sin clases era la de una comunidad construida, en todos sus aspectos, sobre el modelo de una fábrica. En la era clásica de la moderna sociedad industrial, el trabajo era, al mismo tiempo, el eje de la vida individual y el orden social, así como la garantía de supervivencia («reproducción sistémica») para la sociedad en su conjunto".
El sociólogo polaco nacido en 1925 en Poznan escribió cincuenta y siete libros y más de cien ensayos. Su teoría se mira considerablemente en Freud, derivado de ello, concibe la modernidad europea como el resultado de una convenio entre la cesión de libertades y la comodidad para gozar de un nivel de beneficios y de seguridad.
Una de las obras —y conceptos— por la que es más recordado su pensamiento es Tiempos líquidos: vivir en una época de incertidumbre. En esta obra se explica que la realidad actual está dominada por un miedo difuso, poco definido, que como tantas cosas del presente, carece de solidez.
h/t: Bloghemia
Fotografía de Ryoji Iwata.