Hay recuerdos que se pueden borrar, jamás. Ni siquiera el terrible Alzeheimer puede con ellos, hablamos de los recuerdos musicales.
Se conoce como música autobiográfica a aquella que nos ha acompañado durante los momentos más importantes de nuestra vida. Esa melodía con la que nos hemos enamorado, reído, llorado o, simplemente, bailado hasta que las plantas de los pies llegaron a decir «basta».
La memoria es una de las cualidades cognitivas más enigmáticas; tanto, que incluso en nuestros días no se conoce bien a bien su funcionamiento. Si acaso, uno de los descubrimientos más sorprendentes de la neurociencia contemporánea es que todo parece indicar que nuestros recuerdos no se crean y se almacenan una sola vez, sino que el cerebro "rehace" una nueva versión de aquello que recordamos en el momento mismo en que nuestra memoria la requiere, un proceso fascinante que a su vez plantea nuevas preguntas sobre esta capacidad.
Pero eso no es todo. Como también se ha observado, la memoria posee diferentes registros de acuerdo a los sentidos que perciben un hecho y, en consecuencia, los grados de memorización y fidelidad de un recuerdo varían en función de éstos.
El escritor francés Marcel Proust no se equivocó cuando a lo largo de su monumental En busca del tiempo perdido ofreció distintos ejemplos de la asociación que puede tener un recuerdo con un sabor específico, con una fragancia, con el sonido tan particular de la pisada de un tacón contra un adoquín o de la textura de una servilleta de tela sostenida entre los dedos.
Cada una de esas sensaciones deja un recuerdo particular, que depende también del contexto en el cual se produce, y como Proust también notó, el recuerdo queda atrapado en esa red que es al mismo tiempo como un cristal que lo contiene.
The Lost Art of Cassette Design, por Steve Vistaune
Recientemente, un estudio publicado en la revista especializada The Journal of Prevention of Alzheimer's Disease dio cuenta del vínculo especialmente estrecho que existe entre la música y los recuerdos, al grado de que incluso en etapas avanzada de dicha enfermedad (que, como se sabe, mina poco a poco la memoria de una persona, incluso sus recuerdos más íntimos y estructurales), los pacientes son capaces de identificar la música que escucharon en etapas previas de su vida.
En el marco de esta investigación se analizó sobre todo la reacción conocida como respuesta sensorial meridiana autónoma, que quizá sea conocida por nuestros lectores por sus siglas en inglés: ASMR (Autonomous Sensory Meridian Response).
Este fenómeno cerebral se popularizó en Internet desde hace unos años a raíz de bloggers y sitios que publican videos que lo propician a través de sonidos como el murmullo de una voz o el golpeteo suave de una mano contra un micrófono.
Ante estos estímulos (que muchas personas consideran relajantes, incluso para dormir, de ahí la otra razón de su celebridad), en el cerebro se desencadena una respuesta involuntaria que se experimenta como hormigueo a lo largo del cuerpo o en zonas específicas como el cuero cabelludo o la cabeza en general y, de hecho, la música también puede generarlo, en especial cuando se trata de una tonada que por motivos puramente sensitivos nos gusta y nos conmueve: si la música estremece tu cuerpo, esto es signo de que tu cerebro se encuentra en estado óptimo.
Otros testimonios asocian la RSMA con experiencias como el culto religioso o la lectura (y en general la experiencia estética).
En el caso de las personas que padecen Alzheimer, dicha respuesta tiende a confundirse. Los pacientes con Alzheimer pueden sentir el estímulo y quizá también la respuesta, pero para ellos el punto de contacto entre uno y otra no es claro.
Ilustración de Robert Liu-Trujillo
No es así, sin embargo, en el caso de la música. Según el estudio conducido, entre otros, por Jeff Anderson (médico y profesor de radiología en la Universidad para la Salud de Utah, Estados Unidos), en el caso de las memorias musicales y la RSMA asociada con éstas, ciertos pacientes con Alzheimer son capaces de identificar tanto la pieza musical en cuestión como las razones por las cuales ésta les produce escalofríos o los conmueve. Al menos durante ese instante, los pacientes recuperan un fragmento de lo que vivieron.
De acuerdo con Anderson y tomando en cuenta otros estudios que asocian los beneficios de la música con la memoria, tal parece que la práctica y aun el mero disfrute de esta disciplina tienen un impacto positivo amplio en la salud cerebral y específicamente en la memoria, al grado de que valdría la pena considerarlos como una medida preventiva para combatir el aumento de enfermedades como el Alzheimer.
"Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos." –Jorge Luís Borges
Y aprovechamos para volver a compartir con vosotros con la misma emoción este precioso proyecto sobre la música y su poder sanador más allá del olvido:
Gracias a Pijama Surf