Aunque la historia nos ha intentado convencer de que la ciencia era un club de chicos con bata blanca y gafas de culo de vaso, lo cierto es que, sin las mentes extraordinarias de muchas niñas que soñaron con cambiar el mundo, hoy viviríamos en una realidad mucho más gris.
Pero, ¿qué sucede con las niñas de hoy? ¿Perciben la ciencia como un universo donde pueden brillar?
Diferentes estudios, como el de la revista Science, demuestran que las niñas empiezan a perder la confianza en sus capacidades intelectuales desde edades tempranas, lo que afecta sus aspiraciones profesionales.
Aquí va un dato demoledor: a los 6 años, muchas niñas empiezan a pensar que la inteligencia es más cosa de chicos. A los 10, ya dudan de si pueden ser ingenieras o astrónomas.
Esto no es biología, es puro condicionamiento social. Si solo ven científicos masculinos en los libros y en las pelis, ¿cómo van a imaginarse a sí mismas en un laboratorio diseñando la vacuna del futuro?
Las referencias cuentan, así que siempre es un buen momento para recordar a todas esas mujeres brillantes que desafiaron y desafían las normas para regalarnos avances que cambian el mundo. Desde Hipatia de Alejandría hasta Katie Bouman, estas son algunas de las pioneras que nos inspiran:
Hipatia de Alejandría: Matemática, astrónoma y filósofa en la Alejandría del siglo IV, cuya mente brillante fue clave en el desarrollo de la geometría y la astronomía antes de ser víctima del fanatismo
Marie Curie: Primera persona en ganar dos premios Nobel en distintas categorías (Física y Química), descubridora del radio y el polonio, y pionera en el desarrollo de la radiactividad.
Rosalind Franklin: La gran olvidada en la historia del ADN. Su trabajo con la difracción de rayos X permitió descubrir la estructura de doble hélice del ADN, aunque el reconocimiento se lo llevaron otros.
Ada Lovelace: La primera programadora de la historia, visionaria de la informática.
Katherine Johnson: Matemática clave en el cálculo de la trayectoria del Apolo 11, que llevó al ser humano a la Luna.
Dorothy Crowfoot Hodgkin: Ganadora del Nobel de Química por descubrir la estructura de la penicilina y la insulina.
Vera Rubin: Astrónoma que confirmó la existencia de la materia oscura.
Tu Youyou: Descubridora de un tratamiento crucial contra la malaria, salvando millones de vidas.
Jennifer Doudna y Emmanuelle Charpentier: Ganadoras del Nobel de Química por la revolucionaria técnica CRISPR de edición genética, que permite modificar el ADN con precisión quirúrgica, contribuyendo a nuevas terapias contra el cáncer y a hacer realidad el sueño de curar enfermedades hereditarias.
Katie Bouman: Científica de la computación que desarrolló el algoritmo que permitió obtener la primera imagen de un agujero negro.
Julieta Norma Fierro: Astrofísica y divulgadora científica que ha dedicado su vida a acercar la astronomía al público general.
Susana Marcos: Investigadora en óptica y biomedicina. Lidera investigaciones para mejorar las técnicas de imagen del sistema visual humano y desarrollar nuevas soluciones para la corrección de la visión, avanzando en el diagnóstico precoz de patologías oculares y en el diseño de lentes innovadoras.
Por suerte, cada vez más mujeres científicas aparecen en las aulas y las noticias. Hasta astronautas tiktokeras están demostrando que la ciencia es un campo abierto para todas. Porque la curiosidad no entiende de géneros, pero los estereotipos sí, y ahí es donde hay que meter el bisturí.
Imagina un mundo donde cada niña con una lupa y un microscopio de juguete sepa que puede ser la próxima Ada Lovelace de la inteligencia artificial. Un mundo donde el premio Nobel de Física 2050 lo gane una chica que hoy está desmontando el mando de la tele para ver cómo funciona, mezclando vinagre y bicarbonato en su cocina para entender las reacciones químicas o simplemente analizando cómo se forma el barro después de la lluvia.
Pues ese mundo está en nuestras manos. Solo hace falta empujar un poco: regalar más telescopios y menos princesas en apuros, celebrar a las científicas como si fueran estrellas del rock y, sobre todo, recordarles a todas las niñas que su inteligencia es un superpoder.
Porque el universo, en los tiempos que corren, necesita más ciencia. Y la ciencia necesita más niñas que se atrevan a cambiarlo todo. El experimento más grande es creer en ellas.