Siempre querré volver a París, porque los motivos para pisar sus calles adoquinadas, una y otra vez, son infinitos.
Cada rincón, cada café rodeado de flores, cada edificio coronado con buhardillas en las que late la vida de los parisinos a golpe de cotidianidad, cada trozo de cielo que asoma entre sus iglesias, cada museo cargado de historia, cada plaza cubierta por árboles que nos regalan postales y sombras… París es tan enorme y tan pequeña a la vez, que me sobrecoge a cada paso.
París ha sido, desde hace siglos, cuna de artistas y de corazones bohemios que han buscado darle salida a su dolor a base de belleza, esa que reina en cada rincón de la capital francesa.
Nostálgica y decadente, la ciudad del Sena nos abraza con el manto de lo trascendental, de todas esas cosas que nos elevan como humanos, de aquello que no se puede explicar y que nos emociona una y otra vez.
Comediantes, artistas, escritores y cineastas durante siglos han encontrado la inspiración en sus barrios, entre sus casas estrechas y cuestas que se elevan, sin saberlo, al firmamento de Montmartre.
Esta visita a la Ciudad de la Luz ha sido diferente. Invitados por Explore France, hemos viajado al pasado con los ojos del presente y la esperanza puesta en el futuro. Con motivo del 50 aniversario de la muerte de Pablo Picasso, nos embarcamos con emoción en mirar con sus ojos la ciudad que cautivó su espíritu creativo.
Medio siglo después de su fallecimiento, el legado del genio Pablo Picasso sigue presente en la capital. Esta realidad se refleja claramente en el Museo Picasso, establecido en 1985, que alberga la más completa colección de obras del artista en el mundo, abarcando todos los períodos de su carrera. Además de las creaciones de Picasso, el museo exhibe obras de sus amigos y de los maestros que admiraba, como Matisse, Cézanne y Degas.
Durante un lapso de siete años, desde 1904 hasta 1911, Pablo Picasso residió en Montmartre. Este período fue sumamente fructífero para el pintor más prolífico del siglo XX. Fue en este lugar donde vivió y experimentó su Periodo Azul y su Periodo Rosa, además de colaborar con Georges Braque para sentar las bases del movimiento cubista. Posteriormente, Picasso se trasladó a Montparnasse, dejando atrás su vida bohemia en Montmartre.
Su creatividad sin límites, capturó la esencia misma de la humanidad en cada pincelada, sellando su legado por siempre. Con motivo de este aniversario, celebramos su vida y honramos su impacto indeleble en el arte y la cultura. Su espíritu sigue guiándonos e iluminando el sendero de la creatividad; nos recuerda que el arte es la más poderosa forma de expresión.
Que su genio continúe inspirándonos a soñar, a romper los moldes y a explorar nuevos horizontes artísticos. Hoy y siempre, Picasso vive en cada pincelada y en cada latido del corazón de aquellos que se atreven a mirar más allá de lo visible, encontrando el infinito en la creación artística.
Caminaremos por las mismas calles que el maestro pisó, explorando los lugares emblemáticos de su vida en Montmartre y Montparnasse.
Todavía me cuesta encontrar las palabras para poder expresar con justicia poética lo que hemos sentido al ponernos en la piel de los artistas que vivieron París con esa pasión única de los que se comprometen con el mundo a través de su mirada.
Picasso, Renoir, Marie Laurencin, Apollinaire, Modigliani, Matisse, Max Jacob… son algunos de los artistas que dejaron su impronta creativa y retazos de sus biografías en los talleres y en los cabarets en los que las noches se incendiaban entre risas, protestas y música, mucha música, esa que es capaz de apagar fuegos y de iluminar espíritus.
Con este punto de partida, empezamos nuestra aventura parisina:
Museo Picasso París
El Museo Picasso París es un santuario dedicado a la genialidad de Pablo Picasso. Ubicado en el bellísimo Hôtel Salé, en el barrio de Marais, esta pinacoteca alberga una colección de más de 5.000 obras de arte que nos invitan a hacer un viaje por la historia completa del artista malagueño.Cada trazo y pincelada es un testimonio vivo de su carrera artística, una danza emocional que trasciende el tiempo.
Desde su apertura en 1985, el museo ha sido un regalo incalculable de la familia de Picasso, que donó su colección privada. Además de las obras del pintor, podemos descubrir fragmentos de su vida íntima, objetos personales y documentos reveladores que nos conectan profundamente con su mente creativa, siendo testigos silenciosos de su genialidad.
El jardín, las escaleras, las estancias… todo está creado para dejarnos llevar por la emoción y la inspiración que Picasso infundió en cada forma y materia de su trayectoria artística.
Pero la vida del museo no se detiene en este espacio que se llena constantemente de vida con exposiciones temporales y eventos especiales que honran a Picasso y a los artistas y movimientos que lo rodearon. Aquí, el arte se respira, evoluciona y se reinventa, despertando nuestras emociones más profundas.
El Museo Picasso es un destino imprescindible para los amantes del arte que desean sumergirse en la mente y el legado de uno de los genios más influyentes del siglo XX.
Tras vernos arrasados por la magia de Picasso y dejarnos abrazar por su legado más allá del tiempo y el espacio, ponemos rumbo a otro punto de la ciudad gala que nos dejará sin palabras pero con muchas preguntas: el Museo de la Bolsa de Comercio.
Museo de la Bolsa de Comercio
Nada más llegar a la plaza que acoge el Museo de la Bolsa de Comercio, situado en el corazón del barrio de Les Halles, vuelvo a recordarme lo pequeña que soy ante tanta belleza.
El edificio es una estructura histórica de gran importancia arquitectónica. Fue construido en el siglo XVIII y desde entonces ha sido utilizado como centro de negocios y comercio. En 2017 fue adquirido por la Fundación Pinault, una fundación de arte contemporáneo que decidió reconvertirlo en museo.
Su cúpula, nada más entrar, me deja sin palabras. Un retazo de nuestra historia la bordea y me muevo entre la emoción que me producen la estética y el mensaje etnocentrista de sus pinturas.
La majestuosidad del edificio y su cúpula restaurada nos trasladan a otros tiempos y nos enamoramos al instante de la fusión orgánica entre el pasado y la vanguardia de nuestros días.
Este espacio sacude conciencias a través de los diálogos con la historia- y sus errores- que proponen las exposiciones de los artistas emergentes que alberga y en las que se imprimen distintas miradas críticas.
Una joya arquitectónica y conceptual localizada en pleno Marais, frente al Centro de arte Pompidou, con el que parece mantener una conversación que hace tambalear los cimientos de nuestra civilización a través de la belleza de ambos.
Con mil preguntas e imágenes impresas en las pupilas, pongo rumbo a unas de las galerías comerciales más emblemáticas de París, Samaritaine.
La Samaritaine
Ubicadas en el corazón de París, las galerías Samaritaine tienen una historia fascinante que se remonta a hace más de un siglo. Al entrar en su edificio de estilo art déco, inmediatamente me invade la nostalgia de lo no vivido.
La Samaritaine, fundada en 1870 por la pareja formada por Ernest Cognacq y Marie-Louise Jaÿ, comenzó como una modesta tienda que fue creciendo gracias a la astucia y el espíritu empresarial de sus propietarios.
En el año 1900, se transformó en los famosos grandes almacenes de La Samaritaine, cuando Frantz Jourdain y Henri Sauvage, los arquitectos más destacados de la época, ampliaron y embellecieron el lugar, convirtiéndolo en el centro del comercio lujoso y revolucionario.
El interior, diseñado meticulosamente por el estudio canadiense Yabu Pushelberg, realza la estructura Eiffel, mientras que la impresionante fachada rectangular, acristalada con un marco metálico, llena el vestíbulo de luz y de un color tan vivo como el que luce la ciudad en hora punta.
Tras contemplar tanta belleza, el hambre nos llama y decidimos comer en el restaurante “Ernest”, perteneciente a La Samaritaine y que ofrece una gastronomía francesa contemporánea en un entorno elegante y moderno.
Disfrutamos de un menú saludable y de una selección de postres que no olvidaremos jamás. Una experiencia más que nos recuerda que París es la mezcla perfecta entre tradición y modernidad.
Al adentrarnos en su interior, nos sumergimos en la historia viva de la ciudad, de la que la Samaritaine ha sido testigo y ahora es el reflejo de la evolución de la sociedad parisina. Cae la noche y vuelve el apetito, así que me dirijo en metro hacia el barrio de Montparnasse para cenar en La Coupole, otro emblema del París de los artistas.
La Coupole de Montparnasse
Fundada en 1927, La Coupole se convirtió en un punto de encuentro para artistas y bohemios. Frecuentada por Picasso, Hemingway, Josephine Baker, Simone de Beauvoir y Sartre, entre otras grandes figuras, ha sido testigo de grandes comienzos y de tristes finales.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la ocupación alemana de la ciudad truncó la actividad frenética de esta cervecería, que volvió a recuperar su brillo al final de la contienda.
La Coupole sigue manteniendo la energía y la belleza de un lugar que ha sido refugio de la vida bohemia y cultural de París. Además de ser punto de encuentro para artistas e intelectuales, es una joya estilística donde se preservan la estética y el encanto del art déco.
Con el estómago y el alma llena, me despido de La Coupole y de todas las historias vividas y de las que le quedan por vivir.
Descanso en el precioso Hotel Literrio Marcel Aymé, situado en una de las calles más hermosas de Montmartre, la rue Tholozé, y bautizado en honor al autor de los Cuentos del gato encaramado, La Travesía de París y de Passe-muraille. Ha llegado el momento de echarme de nuevo a las calles con la idea de surcar el Sena.
Crucero por el Sena con Les Vedettes de París
A los pies de la Torre Eiffel, me embarco para explorar París desde el agua y con la luz de París como prisma.
Mientras me deleito con la belleza que se despliega a ambas orillas del río, comprendo por qué artistas, fotógrafos y cineastas de todo el mundo se han visto atraídos por la luz de esta ciudad que embadurna con su magia las fachadas envejecidas por el paso del tiempo.
Durante la travesía, casi podemos acariciar la Torre Eiffel, el Louvre, la Catedral de Notre Dame, el Museo de Orsay y un sinfín de palacios y puentes. Ahora puedo imaginar lo que atrajo a los impresionistas a buscar un hogar en París.
Con los pies en tierra firme me dirijo a la Plaza de la Concordia para tomar otro metro y atravesar por debajo la ciudad hasta llegar a Montmartre, concretamente al museo bautizado con el nombre del también conocido como Barrio de los Pintores.
Museo de Montmartre
Hogar de numerosos artistas, el Museo de Montmartre emerge silencioso en el corazón de Montmartre.
Testigo de la ebullición artística que floreció en este barrio parisino y refugio para bohemios y soñadores, sus hermosos jardines son la antesala a estancias maravillosas, como el antiguo estudio de Suzanne Valadon.
Aquí, la luz entrando por la cristalera e iluminando los pinceles y paletas de la artista, hace que la emoción me brote en forma de lágrimas de manera casi instantánea.
Aquí me encuentro también con el Salón de la Rue Cortot, donde se realizan exposiciones temporales, y donde voy a reponer fuerzas en el jardín del museo, que acoge el Café Renoir al pie de la Basílica del Sagrado Corazón y que nos invita a cerrar los ojos para imaginar a Matisse pintando mientras se filtra la luz de sol por las nubes de una mañana cualquiera.
El Museo de Montmartre captura la esencia del espíritu artístico y cultural de un barrio mágico para quienes amamos el arte y la historia.
Tras una comida rica en el Café Renoir y un largo paseo por las preciosas calles del barrio, decidimos ir a un cabaret que, desde hace décadas, es cómplice de cómo se despliega la vida cada noche: El Lapin Agile.
El Lapin Agile
El Lapin Agile se inauguró en 1860 bajo el nombre Au Rendez-vous des Voleurs (El el punto de encuentro de los ladrones) y después pasó a ser Au Lapin Agile (En el conejo ágil) en 1875. Desde su apertura, se convirtió en epicentro de la vida bohemia, acogiendo a artistas y escritores de la época.
Entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, Montmartre fue un hervidero de actividad artística y cultural, con artistas como Pablo Picasso, Henri de Toulouse-Lautrec, Vincent Van Gogh, Amedeo Modigliani y muchos otros viviendo y trabajando en la zona.
El cabaret ha sido inmortalizado en obras de arte, poesía y canciones, como en el famoso cuadro de Steinlen, Le Chat Noir, que muestra a un grupo de artistas y escritores en El Lapin Agile. Entre esas obras se encontraba también un retrato de Picasso presentándose a sí mismo como un arlequín, donde en el fondo se puede apreciar al propio Frédé, el gerente del local de la época, tocando la guitarra. La pintura fue creada en 1905 por el artista malagueño y nombrada como Au lapin agile.
Durante las casi cuatro horas que dura el espectáculo viví un viaje a través de las notas del piano, de la guitarra, del violín y de las voces rotas de sus protagonistas que son capaces de emocionar a golpe de carcajadas y de lágrimas al mismo tiempo.
La historia del Lapin Agile es parte de la rica tradición artística y cultural de Montmartre. Como lugar de encuentro para artistas bohemios, ha dejado una huella duradera en la historia del arte y sigue siendo un tesoro cultural en la actualidad. Nos quedamos con la calidad de sus artistas y la calidez de sus almas.
Bateau-Lavoir
Los lugares que inspiraron a los artistas en esta ciudad son infinitos. Nos emociona acercarnos al Bateau-Lavoir, un edificio de apartamentos en el barrio de Montmartre que sirvió como estudio artístico a Picasso.
Fue aquí donde el pintor creó muchas de sus obras más importantes, incluyendo Les Demoiselles d'Avignon, un hito en la historia del arte moderno.
Montparnasse
Para finalizar nuestra aventura tras las huellas de los artistas, nos ponemos rumbo a otro de los barrios más populares de París: Montparnasse.
Montparnasse fue un importante centro artístico del siglo XX donde se experimentaron y desarrollaron nuevas corrientes artísticas. El barrio y sus cafés icónicos se convirtieron en lugares emblemáticos de la vida bohemia parisina.
Montparnasse sigue siendo el alma artística que late en el lado izquierdo del río Sena. En el siglo XX, este rincón parisino se convirtió en el epicentro vibrante de la creatividad y el intelecto, cautivando los corazones de artistas, escritores y filósofos.
Entre las estrellas que iluminaron Montparnasse, resplandece con brillo eterno Pablo Picasso. El genio pintor español, acariciado por los vientos de la década de 1900, se sumergió en el Cubismo, un movimiento que rompió las cadenas de las convenciones establecidas.
Montparnasse, ese crisol de almas creativas, fue el lienzo donde Picasso y otros artistas dieron vida a nuevas ideas, derribando miedos y barreras y desafiando la realidad entre guerras que les tocó vivir.
El aroma del arte impregna este barrio parisino, atrayendo a otros grandes maestros. Amedeo Modigliani, Marc Chagall, Henri Matisse, Alberto Giacometti y Constantin Brâncuși se unieron en este santuario del talento. Sus pinceles trazaron las líneas de la Historia del Arte, su legado perdura en los latidos de los movimientos que dieron vida a nuevas formas de expresión.
Aquí, las almas creativas encontraron su santuario en los cafés y bares. La Coupole, Le Dôme, La Rotonde, La Closerie des Lilas, nombres que despiertan emociones, fueron los templos sagrados donde los artistas se congregaban. En esos rincones sagrados se entrelazaban ideas y debates sobre el arte y la literatura, dejando que la pasión fluyera entre cada sorbo y cada palabra compartida.
Montparnasse es un fuego que arde en el corazón de París, un remanso donde los sueños se convierten en realidad. En sus calles, la magia se entrelaza con la historia y la esencia de aquellos tiempos vibrantes que sigue cautivando los corazones de los amantes del arte.
Con la emoción a flor de piel y profundamente agradecidos, nos quedamos con el olor de la pinturas de los estudios de los artistas que han mejorado nuestro mundo con su legado, con la luz de París al atardecer tiñendo de naranja sus edificios, con el olor de su cafés, con la estela de un Picasso en el cenit de su genialidad, con la generosidad de sus habitantes y con la belleza de cada rincón.
París es mucho más que historia, cultura, arte y belleza, París es lo que pasa en una vida entera, es resiliencia, es poesía, es luz, es amor. París podría ser donde empieza y acaba todo.
Ha sido un regalo redescubri la ciudad de la luz a través de ojos y del corazón de los artistas que siguen latiendo, iluminando e inspirando nuestros días. Si queréis estar al día de cómo late el arte y la cultura de Francia, os animamos a seguir la cuenta Instagram @explorefrance #ExploreFrance.
“Solo hay dos lugares en el mundo donde podemos vivir felices: en casa y en París“.
Ernest Hemingway