Después de meses de pandemia, se hace complicada una gestión adecuada de las emociones negativas. Hablamos principalmente de la ira, la rabia o la desconfianza. La dificultad para tolerar el miedo, la frustración, la inseguridad y la incertidumbre, condicionan la necesidad de buscar responsables, desobedecer las normas y adherirnos a la polarización política. Es más fácil dejarnos llevar por la jauría, que pensar por nosotros mismos, con el riesgo que eso conlleva.
Por Patricia Fernández Martín
En momentos de incertidumbre, nuestro pensamiento se vuelve menos lógico y deductivo, plagado de sesgos cognitivos. Las creencias en el ser humano son difíciles de modificar en condiciones normales, pero en tiempos de crisis resulta más difícil aún, ya que tendemos a identificarnos con ellas para etiquetarnos como miembros de un grupo.
Nuestra experiencia clínica nos dice que esta polarización, está influyendo en el estado de ánimo de muchas personas. Resulta lógico pensar que debemos regular nuestro estado de ánimo para no llegar a conclusiones extremas ni polarizarnos en nuestro discurso. Y para regular nuestro ánimo y combatir la incertidumbre, los clínicos recomendamos llevar a cabo numerosos hábitos sanos. Pero hay uno de especial relevancia en estos días: saber gestionar la ira adecuadamente. Como decía Séneca: “El hombre ha nacido para la ayuda mutua; la ira, para el exterminio”.
Muchas personas recurren al lema: “como estoy decepcionada con nuestros representantes políticos, hago lo que quiero”. El no encontrar líderes en la esfera pública que nos inspiren y nos sirvan de modelo, no puede ser una excusa para dejarnos llevar. En vez de mirar hacia fuera, miremos hacia dentro o mejor dicho, miremos cerca.
Busquemos esos líderes en nuestro ámbito cotidiano: entre nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo… Algunos tenemos la suerte de encontrarlos, día a día, entre nuestros compañeros sanitarios que en su discurso de los Premios Princesa de Asturias de la Concordia, dejaron claro la necesidad de concordia y solidaridad como medio para salir de la crisis y están dando un ejemplo de ética profesional a la sociedad española. O entre nuestros pacientes, que diariamente luchan de manera incansable contra la COVID-19 en un entorno ambiental complicado.
También podemos recurrir a los grandes hombres en la historia y a su legado de “consejos prudentes”. Marco Aurelio, el filósofo emperador, escribió durante sus campañas bélicas su libro Meditaciones. Con su visión estoica de la vida, nos da varios consejos para enfrentarnos al día a día y no desesperar: mantener unas expectativas ajustadas a la realidad, practicar la meditación interior, tener autocontrol, pero también favorecer el diálogo colectivo.
Que en nuestra esfera pública, carezcamos de diálogo colectivo, no debe servirnos de nuevo como excusa. Empecemos entrenando cada uno de nosotros la deliberación interna. Si nos surgen dilemas éticos del tipo: ”me dejo llevar por la situación o le opongo mi fuerza interior” en las decisiones cotidianas ante los retos que nos impone la COVID-19, elijamos actuar y pensar con “prudencia y con sentido común”. Tanto las reacciones de negación, de sobresalto como la parálisis extrema, son reacciones irracionales. La prudencia está, como siempre, entre esos dos extremos.
No hay ideología que pueda desmontar al sentido común. Es tiempo de construir un arquetipo social de personas templadas, justas, con coraje y sabias. El liderazgo empieza por uno mismo por su efecto emulativo y porque ser ejemplar puede inspirar a otros. La prudencia nos salvará de la COVID-19, porque nuestra fuerza interior viene de la virtud y no de dejarnos llevar sólo por la emoción.
Por Patricia Fernández Martín
Psicóloga clínica Hospital Ramón y Cajal de Madrid
Las afirmaciones y opiniones expresadas en este artículo son de la autora y no reflejan necesariamente el criterio del Hospital Universitario Ramón y Cajal