Cuando todavía se nos vendían los falsos mitos del amor con frases románticas tan destructivas como "amores reñidos son los más queridos", se idealizaban las relaciones tormentosas y tóxicas hasta el extremo de poder convertirse en el arte más transgresor y visionario.
Marina Abramović (Belgrado, 1946) es una de las performers más reconocidas a nivel mundial desde que en 1970 empezara a dar rienda suelta a un arte instantáneo que producía piezas fugaces que alcanzaron la inmortalidad en nuestras almas y nuestros estómagos.
En muchas de sus creaciones, la artista usaba su propio cuerpo y su propia carne como herramienta para transmitir dolor, angustia, pena, emoción y desgarro traspasando los límites de su mente y de su integridad física.
A lo largo de su dilatada carrera, la que se apodaba a sí misma como "la madrina del arte de la performance" dio a luz piezas en solitario, pero también muchas piezas en común con Ulay (Alemania,1944) un fotógrafo y performer con el que mantuvo un idilio creativo y amoroso tan fructífero como destructivo.
Entre 1976 y 1988, Marina y Ulay fueron dos amantes soñadores que compaginaban sus creaciones con una vida como nómadas que les hacía no establecerse en ningún sitio, mientras, paradójicamente, encontraban su lugar en el mundo del arte contempóraneo.
Su relación finalizó justo en el momento que llevaron a cabo en la Gran Muralla China, su última performance como pareja: The Lovers: The Great Wall Walk. Inicialmente, cuando la pareja planificó el viaje, tenían la intención de prometerse en el centro de la icónica construcción.
La idea era que Ulay y Marina caminaran desde cada uno de los costados de la Muralla para reencontrarse en el medio como una metáfora de esos caminos que el destino une para siempre a pesar de las distancias. Ulay marchó desde el desierto de Gobi y Marina, desde el Mar Amarillo.
Por el contrario, el encuentro llevó a un desencuentro que dio lugar a la ruptura, la despedida y, probablemente, la paz
El acto final concluiría con su relación tras 90 días caminando y recorriendo, cada uno, 2.500 kilómetros que terminaron en Er Lang Shan, en Shen Mu, provincia de Shaanxi donde se abrazaron y se despidieron. Como su trabajo a menudo tuvo presentes los rituales, la mitología y el pensamiento oriental, The Lovers: The Great Wall Walk era el final perfecto de su obra en común.
Abramović lo describió de la siguiente manera: “Ese paseo se convirtió en un completo drama personal. Ulay partió del desierto de Gobi y yo del Mar Amarillo. Tras caminar cada uno 2.500 km, nos encontramos en el medio y nos despedimos. Necesitábamos de alguna forma un final como de película. Al final los dos estaríamos siempre solos, hiciéramos lo que hiciéramos”.
Según se cuenta, los dos artistas no volvieron a hablarse durante más de 22 años hasta que Ulay apareció inesperadamente en una de las actuaciones de Abramović en 2010 en el MoMA demostrando, una vez más, que el amor, la química y la energía pueden dar forma al arte más rompedor y a las historias más conmovedoras.
Aquí os dejamos con un emotivo minuto de silencio que nos llena la cabeza de palabras.