Solamente alrededor de 4.000 personas en el mundo entienden este idioma inventado por la lingüista canadiense Sonja Lang que busca expresar mucho con pocas palabras.
¿Qué interés puede tener entonces aprender un nuevo lenguaje imaginario? Pues que detrás de él se encuentra toda una filosofía de vida que empieza por simplificar nuestra forma de comunicarnos para aprender a llevar nuestro día a día de la misma manera.
Se trata de simplificar las cosas complicadas en partes pequeñas, eliminar lo innecesario, divertirse, ayudarnos a vivir en el presente y fomentar una vida simple y feliz.
El Toki Pona tiene tan solo 120 palabras —pocas de ellas tienen más de dos sílabas— y usa 14 letras que en teoría se pueden combinar para formar más de 470.000 palabras compuestas. De gramática sencilla, no distingue en tiempos verbales y la mayoría de sus palabras tienen varios significados que son determinados por el contexto.
Por ejemplo, no se dice amigo sino una "persona buena conmigo" (jan pona); no se dice pasado se dice "tiempo terminado" (tempo pini); no se dice futuro, sino "tiempo por venir" (tempo kama) y si algo va a ocurrir pronto es "que tiene poco tiempo por venir" (tempo kama lili).
El inglés, el esperanto, el finlandés, el francés canadiense, el croata, el japonés, el georgiano, el lojban, el holandés, el tongano, el tok pisin, el chino mandarín, el cantonés y el galés, son algunos de los idiomas de los que toma prestadas sus palabras, pero siempre otorgando significados diferentes.
En cuanto a sus 14 sonidos básicos —pensados para ser pronunciados por cualquier persona independientemente de su origen lingüístico—, se suelen comparar con los de los idiomas de las islas del Pacífico, lo que encaja perfectamente con la intención de su credora de que fuera hablado por personas que viven cerca de la playa, en una pequeña isla.
Por cierto, el nombre de toki pona significa "buen lenguaje" o "lenguaje sencillo" y ya hay quien lo define con una especie de "yoga o gimnasia mental" que se centra en las cosas buenas de la vida.
Y es que, aunque parezca poco científico, la forma en la que hablamos puede influir de manera considerable en cómo nos sentimos o incluso en nuestra capacidad de aprendizaje. ¡Mi tawa!
h/t: El Confindencial