Aunque su obra es anterior al momento actual, las fotografías del artista madrileño Jose Manuel Bállester parecen estar más vigentes que nunca. Como si los personajes de las pinturas más conocidas se hubieran sumado a la lucha contra el maldito virus quedándose en casa.
"Los fusilamientos" de Goya, "La alegoría de la pintura" de Vermeer, "Las Meninas" de Velázquez o "El nacimiento de Venus" de Botticelli aparecen de la misma manera que nuestras calles, vacíos, como si el arte quisiera unirse a luchar contra la terrible causa que nos mantiene a todos confinados en nuestros hogares.
Al igual que en el caso de las ciudades en muchos de estos cuadros aparecen sutiles detalles que dejan entrever la anterior presencia de los mismos humanos ahora ausentes. El que fuera Premio Nacional de Fotografía en 2010, confirmaba hace algún tiempo que aunque habitualmente la interpretación de su obra suele ser un tanto humorísitca, la realidad del sentido de eliminar en sus obras los icónicos personajes va más allá.
"Después de una mirada más profunda, no es difícil encontrar la trascendencia y las múltiples interpretaciones posibles, tanto como imágenes nuevas como relacionadas con sus contrapartes originales", afirmaba sin esperarse el significado que tiempo después tendrían tanto sus palabras como su trabajo. La ausencia es la protagonista de la obra de este pintor y fotógrafo licencidado en Bellas Artes al que le llaman especialmente las escuelas italianas y flamencas de los siglos XV y XVIII.
El arte se entiende siempre en contexto con la época de la historia en el que le ha tocado vivir, como otra manera de entender la realidad vigente y Ballester parece haberse adelantado a este inesperado contexto. Mientras que anteriormente su trabajo se centraba en los espacios vacíos, públicos, lugares industriales o zonas en obra, ha sido en la última década cuando comenzó a experimentar con la desaparición de las personas, dejando unos escenarios tan familiares como extraños.
Todo surgió a raíz de un sueño en el que recorría el Museo del Prado y los protagonistas habían desaparecido. Fue entonces cuando pidió permiso al museo para capturar las fotografías de sus principales obras y arrancar este peculiar proyecto. “Me interesa la presencia humana pero a través de las huellas, no directamente a través de la acción”, declara Ballester.
El fin del artista es contarnos la vida de un espacio a partir del momento en el que se queda deshabitado, sin la presencia humana. Como nuestras ciudades...
José Manuel Ballester: Web
h/t: Colossal/ El Comercio