El arte tiene manifestaciones que demuestran que hay creadores y espectadores que encuentran belleza en lo grotesco y en lo bizarro y, es que son muchos los que tiene un "extraño" gusto por todo aquello que para la mayoría puede resultar desagradable.
Jessica Harrison es una escultora que completó su doctorado en 2013 en la Universidad de Edimburgo con una investigación centrada en la forma y los espacios interiores, exteriores e invisibles que existen alrededor de lo interno y lo externo.
Sus obras ocupan estos espacios intermedios, los espacios deshabitados que evolucionan en algún lugar entre aquí y allá, entre lo visible y lo invisible, entre la pasividad y la actividad y entre lo masculino y lo femenino.
La artista declara que ese espacio que nos rodea definen nuestra identidad, que puede formar partes de nosotros mismos y, esa propiedad intangible la ha materializado en una serie de esculturas que toman la forma de muebles hechos de nosotros mismos, muebles que imitan la piel y la anatomía de nuestros cuerpos carnales como si fueran extensiones de nosotros mismos.
Usando moldes de sus propias manos, en esta serie llamada "Handheld" Harrison crea sofás, sillones, o sillas que tienen hasta vello corporal y son de un realismo inquietante.
Harrison, que también tiene una serie de figuras de porcelana protagonizada por doncellas tatuadas o damas con mutilaciones en las que se mezcla lo clásico con la casquería, busca incomodar, desconcertar y trasgredir con su arte.
Con este mobiliario grotesco, la artista confiesa buscar de manera intencional difuminar las fronteras que existen entre el cuerpo humano y su entorno.
Estas miniaturas a escala, ¿despertarían la misma curiosidad si fueran a tamaño real?
Jessica Harrison: Web