La maternidad es un viaje lleno de altibajos, un torbellino de emociones que oscilan entre la alegría y el cansancio abrumador.
Es la preocupación constante, el amor incondicional y el deseo infinito de dar lo mejor de uno mismo a ese pequeño ser que depende por completo de ti.
Pero, en medio de esa dureza, también descubrimos una belleza indescriptible. En cada mirada entre madre e hijo, en cada sonrisa después de una larga noche, en cada lágrima derramada por el agotamiento, encontramos la esencia misma de la maternidad.
Es un recordatorio constante de que la verdadera fortaleza se encuentra en el amor que una madre siente por su hijo y en la capacidad de superar cualquier obstáculo en nombre de ese amor.
La fotógrafa Leah DeVun tiene recuerdos vívidos del parto. Sufrió un ataque isquémico transitorio, también conocido como mini accidente cerebrovascular, y tuvo que someterse a un parto de emergencia. No podía hablar. Más tarde, la conectaron a medicamentos intravenosos y le hicieron dos transfusiones de sangre. Al final, tuvo un hijo, y tanto la madre como el niño estaban bien.
"Tenía emociones encontradas sobre cómo había transcurrido mi experiencia en comparación con lo que había imaginado de antemano", recuerda la fotógrafa. Y la ambivalencia no terminó con el parto. La maternidad temprana, descubrió, no siempre era un proceso natural. A veces, involucraba máquinas: tubos, protectores de pecho, aspiradoras, bombas eléctricas, bolsas de congelador llenas de leche. Plástico y silicona.
En "La Era de la Reproducción Mecánica", ella rinde homenaje a las nuevas madres y a las realidades de la vida diaria con varios dispositivos y aparatos.
En nuestra cultura, la maternidad es venerada e idealizada, pero gran parte de ella sigue siendo secreta y misteriosa. Los extractores de leche se utilizan a puertas cerradas. La versión pública del parto es trascendental; la privada puede ser confusa, extraña e incluso automatizada.
La disparidad entre el parto en la vida real y el parto ficticio, descubrió DeVun, puede ser perjudicial. La artista, que también enseña Historia de las Mujeres en la Universidad de Rutgers en Nueva Jersey, escuchó a sus sujetos hablar de sus expectativas y sus ansiedades.
"Las madres con las que hablé a menudo tenían metas para sí mismas de no necesitar ayuda médica para el parto, no necesitar fórmula infantil, no necesitar bombas mecánicas", me dice, "Cuando no podían cumplir esas metas, se sentían culpables, como si hubieran fallado de alguna manera".
Escuchar la experiencia de las mujeres llevó a la artista de vuelta al nacimiento de su hijo, cuando las máquinas de la maternidad le parecían extrañas y parecidas a cíborgs.
Le pregunté cómo se siente al respecto ahora. "Todavía encapsulan esa mezcla de sentimientos contradictorios que asocio con esa etapa de la vida", respondió, "Me hacen pensar en lo que es ser un padre".
Sus imágenes no son románticas, pero son veraces, y los hechos de la crianza valen más que las fantasías.
DeVun recibió recientemente un correo electrónico de otra madre que le dijo: "Capturaste la combinación de vulnerabilidad y ferocidad de estas mujeres en este momento singularmente extraño de sus vidas".
Leah DeVun: Web