Si somos capaces de mantener la mente fría por un momento y pensamos en la finalidad principal de una fotografía, podemos concluir en que una captura debe tener el objetivo de remover, provocar y despertar sentimientos en el espectador.
Por otro lado, pocos cineastas tienen la habilidad de hacernos reflexionar mientras nos incomodan o hacen que nos retorzamos en la butaca de un cine; Larry Clark tiene esa capacidad y, los valientes que se han acercado a películas como "Kids", "Bully" o "Ken Park", tardaron un tiempo en recuperarse de la hostia.
Clark es el director y el fotógrafo de la miseria humana, esa miseria que puebla las ciudades, los suburbios y los corazones solitarios de los que están muertos en vida y perdidos en una sociedad alienante de la que quieren escapar en los vehículos de la droga o la violencia.
Pero, además, Clark muestra toda esa basura llena de humanidad, en la carne, los huesos y las vísceras de adolescentes que viven ese momento en el que, perdida la inocencia de la manera más brusca, ensucian su alma y el brillo de sus ojos desaparece para siempre.
Juventud, sexo explícito, drogas duras, violencia y nihilismo son el eje central del arte de Larry, un arte que se muestra sin tapujos ni media tintas y que ha llegado a Valencia en forma de una exposición fotográfica cargada de imágenes capturadas en un infierno underground que tiene mucho de autobiográfico.
Clark, que actualmente tiene 76 años, es de los pocos supervivientes que aparecen en ese libro que publicó en 1971, que tituló "Tulsa", que marcó un antes y un después en la fotografía documental y que inspiró a miles de directores obsesionados con la belleza transgresora de lo horrible.
Al director y fotógrafo, se le rompe algo por dentro mientras contempla la selección de imágenes de "Tulsa" (Oklahoma), su ciudad natal, y que van a exhibirse en la galería valenciana Espaivisor hasta el 22 de noviembre.
"Clark muestra toda esa basura llena de humanidad, en la carne, los huesos y las vísceras de adolescentes que viven ese momento en el que, perdida la inocencia de la manera más brusca, ensucian su alma y el brillo de sus ojos desaparece para siempre."
La exposición cuenta, además, con varias polaroids que se venden a 100 euros cada una y fueron realizadas desde el año 2000; en ellas aparecen skaters, jóvenes desnudos o amigos de la calle; un compendio de lo que es la cultura de la calle y el reflejo de una juventud a la deriva.
Los sectores más consevadores acusan a Larry Clark de incitar a la drogadicción y al suicidio, a lo que él responde: “[...] los sesenta eran realmente libres, primero en las costas Oeste y Este, y en los setenta, de repente, se desplaza hacia el centro del país. Entonces todo el mundo se sentía libre”.
Os invitamos, encarecidamente, a que conozcáis la obra de Clark, la fotográfica y la cinematográfica, pero solo si sois de los que estáis dispuestos a daros de bruces con una realidad que no debería sernos ajena.
h/t: El País