Nos rendimos, una vez más, ante la belleza y la magia de Portugal. El país que vive de espaldas al nuestro y de cara a la luz del Atlántico.
Estamos enamorados de Portugal, de su luz y de su historia. Una luz que brilla reflejada desde el mar hasta sus viejos escaparates armados de leyendas y bellos azulejos. La esencia de un país está en sus viejos barrios, con sus vecinos y los comercios de siempre.
He aquí el alma de un país maravilloso. La alegría, los posos de los marineros y la saudade se reflejan en cada una de sus pequeñas losas.
l-zuleique es la palabra árabe de la que se deriva azulejo y designaba la «pequeña piedra lisa y pulida» que utilizaban los musulmanes en la Edad Media.
La forma en la que estos aplicaban los azulejos para decorar suelos y paredes gustó a los reyes portugueses y así, a partir del siglo XV, se hicieron con un lugar destacado en la arquitectura. Se puede decir que Portugal los adoptó de forma única, como ningún otro país europeo.
A mediados del siglo XVI aparecen en Lisboa los primeros talleres de artesanos. Hasta entonces habían llegado desde España de la mano de Manuel I, gran admirador de los palacios hispano-árabes, que hizo cubrir de bellísimos azulejos los muros de su palacio de Sintra.
Pero el país luso también recibiría encargos llegados desde Holanda. La influencia holandesa va a ser decisiva, como veremos, en la personalidad del azulejo portugués.
Empiezan a aparecer los primeros talleres de alfarería, donde se aplicaban técnicas tradicionales y técnicas extranjeras importadas, para la producción de azulejos destinados a todo tipo de vías artísticas, como el embellecimiento de fachadas o joyas.
Durante el siglo XVI, con la pérdida de las esencias árabes, la nueva producción se fija en la mitología y las religiones. Sin embargo, por necesidades productivas, aparece el azulejo de patrones. Este tipo de azulejo supone una forma más barata y rápida de crear mosaicos, al utilizar la repetición de formas geométricas
El siglo XVII comienza con Portugal perteneciendo a España, por lo que la producción e identidad del azulejo portugués se ve frenada. Sin embargo, vuelve con fuerza en la época post-restauración, con nuevas influencias orientales. Tales como el azul de la porcelana de China o como las alfombras persas y telas indias, que dieron luz y color
Con el siglo XVIII y la influencia a nivel europeo del Rococó francés, los azulejos adquieren referencias donde predominan los diseños con colores amarillos, verdes y morados, además del azul tradicional. Este es un periodo en el que los motivos florales en los azulejos aparecen con todavía más fuerza.
La historia de los azulejos portugueses culmina en 1958, con la creación en Lisboa del Museo Nacional del Azulejo. Simbolizando el carácter eterno del azulejo en la cultura portuguesa; reuniendo toda su historia, evolución y variedad expresiva.
Fado Portugués, Amalia Rodrigues