Miles de juguetes abandonados se desperdigan por el islote en una escena propia de una película de miedo.
A 20 kilómetros de Ciudad de México se encuentra Xochimilco, una isla que también sirve de atractivo turístico, aunque no es apta para cualquier tipo de público.
Formada por casi 200 kilómetros de canales navegables y naturaleza en estado puro, quienes se acercan a este lugar lo hacen movidos por una mezcla entre curiosidad y morbo donde el terror juega un papel fundamental.
La conocida popularmente como Isla de las Muñecas ostenta el Récord Guiness al lugar del planeta con mayor proporción de estos juguetes en sus tierras, con más de 1.500 repartidas en cualquier rincón: colgadas de los árboles, clavadas en las fachadas, tiradas por el suelo…
Las muñecas, además, no son nuevas, sino que presentan signos evidentes de deterioro. A algunas les faltan los ojos, extremidades, están sucias, carecen de pelo, etc. Características que convierten a Xochimilco en un escenario real más propio de una película de terror, atrayendo a los amantes del género y a curiosos a visitar la isla.
Pero la historia detrás de este terrorífico enclave es un poco más triste de lo que imaginamos. Todo comenzó en los años 50, cuando el ermitaño y guardián de la isla, Don Julián Santana Barrera, comenzó a saldar una deuda.
Barrera, que vivió en la isla durante 25 años, se encontraba nadando por uno de los canales cuando se cruzó con una niña. La pequeña nadaba tranquila hasta que se enredó con unos lirios en la orilla y terminó ahogándose sin que el ermitaño pudiera hacer nada por salvarla.
Cargado de culpa y creyendo haber oído a la niña reclamar a su muñeca momentos antes del fatídico desenlace, Barrera comenzó a sentir su presencia en forma de fantasma, gritos y llantos en los alrededores de Xochimilco.
Otra teoría asegura que lo que marcó al guardián de la ínsula fue la aparición de una muñeca en el agua al poco tiempo del suceso.
De cualquier manera, Barrera decidió entonces colgar la muñeca en su propia casa a modo de amuleto para honrar a la fallecida. Con el tiempo, fue encontrando más juguetes en el canal, abandonadas, de todos los tipos y tamaños.
Para el ermitaño, las muñecas eran guardianas que protegían la isla y las fue distribuyendo hasta contar con más de 1.500, creando un escenario terrorífico.
Marcado por el suceso, Barrera le confesó a su sobrino que en el fondo de las aguas una sirena quería llevárselo desde hacía mucho tiempo. En una excursión al punto donde todo sucedió, su sobrino le dejó solo y, al volver, se encontró el cuerpo del ermitaño flotando en el agua. Falleció en el año 2001.
En la actualidad, la isla cuenta con su propia página web y una legión de turistas que se acercan curiosos a descubrir la colección de Barrera. Una Isla de Muñecas tan terrorífica como tierna que no sabemos si nos atreveríamos a visitar.