Durante La Gran Depresión, cualquier entretenimiento que sacara de su realidad a cada persona era bienvenido. En los lejanos años 30, hubo una moda que no debería haber pasado nunca: la de amarse y besarse en público.
Los concursos de besos formaban parte de una cultura en la que gran parte del entretenimiento se llevaba a cabo en espacios públicos. Estos concursos solían celebrarse en ferias, carnavales u otros eventos comunitarios y se trataban principalmente de una diversión desenfadada más que de una expresión romántica.
Las parejas solían competir para ver quién podía besarse durante más tiempo o de la forma más inusual o teatral. A veces, los concursos tenían reglas peculiares como limitar los movimientos de los participantes o introducir distracciones humorísticas para poner a prueba su resistencia.
A pesar de la atmósfera lúdica, estas competiciones estuvieron mal vistas por los grupos más conservadores o religiosos. Sin embargo, contribuyeron al paisaje cultural de la época, mezclando humor, romance y performance.
Entrados los años 50 y 60, fueron desapareciendo a medida que cambiaban las normas sociales, pero siguen siendo una curiosa nota al pie en la historia del entretenimiento público.
No nos importaría que los concursos de besos volvieran y fueran un reflejo de la diversidad, la libertad y el respeto que debería imperar en una sociedad en la que se debería hacer más el amor y menos la guerra.