Es paradójico, hay personas que evitan dejarse llevar por los gustos u opiniones de la mayoría y sin embargo, sin darse cuenta, acaban haciendo justamente aquello que rechazan. No es casualidad, este fenómeno tiene una explicación.
Sharon Mccutcheon
El ser humano es un animal con conciencia de sí mismo. Por ello, nos sentimos empujados a la necesidad de crearnos una identidad personal que acostumbra a ir ligada, entre otras cosas, a una apariencia física.
Desde hace ya tiempo, esta apariencia física y también todo lo demás tiende a uniformarse. En general vestimos parecido, utilizamos expresiones parecidas, tenemos gustos parecidos, pensamos de manera similar, etc.., Esto hace que paralelamente hayan surgido grupos en contra de esto.
Personas que quieren que su estética sea diferente a la predominante, que abrazan causas contrarias a las de la mayoría, que se niegan a vivir según los dictados del sistema capitalista o bien cuyo modelo de vida no concuerda con el de la masa.
Vaya por delante que ambas posturas son igualmente válidas y respetables, pero es paradójico que este último grupo de personas que no quieren parecerse a nadie, acaban pareciéndose entre sí.
Randy Colas
Hay varias teorías que explican esto. La primera de ellas es ser conscientes de que aunque nos cueste reconocerlo, el ser humano es un ser social que necesita sentirse parte de un grupo y que esta necesidad es más fuerte de lo que podamos pensar. Tanto que nos puede llevar a actuar de maneras de las que ni siquiera somos conscientes.
El matemático Jonathan Touboul, de la Universidad de Brandeis (Boston, Massachusetts), llevó a cabo un estudio que sustenta otra teoría matemática basada en la probabilidad. Según la cual, independientemente del grupo social, las modas siguen el mismo patrón de difusión. "El boca a boca" es el medio de difusión por excelencia y esto hace que se establecen dos grupos, el mayoritario y otro minoritario.
Hasta aquí todo normal, pero hay un hecho que llama especialmente la atención, y es que ambas formas de actuar están íntimamente relacionadas entre sí. Al principio, los incorformistas comienzan a actuar de manera aleatoria, pero después terminan por sincronizarse entre sí.
Esto es, cuando la mayoría adopta una tendencia, la minoría tiende a dirigirse al extremo contrario, pero este extremo acaba por ser asumido por la mayoría, lo que dará lugar de nuevo a que el grupo minoritario adopte la postura inicial de la mayoría. Podríamos decir que es algo cíclico que hace que al final, incluso el grupo incorformista termine volviendo a la casilla de salida.
Will Norbury
Un ejemplo muy gráfico de esto es el efecto hípster, "si la mayoría de los chicos se afeitan, entonces la minoría querrán dejarse barba, y si esta tendencia se propaga a la mayoría de la población, dará lugar a un nuevo cambio sincronizado de vuelta al afeitado". Pero esto es también extensible a sistemas financieros en los que los especuladores juegan con decisiones contrarias a las de la mayoría o incluso a ideas políticas y sociales.
"Más allá de la elección del mejor traje para llevar este invierno, este estudio puede tener implicaciones importantes para la comprensión de la sincronización de las células nerviosas, de las estrategias de inversión en finanzas, o de las dinámicas emergentes en las ciencias sociales", explica Touboul.
Resumiendo, todos pensamos que somos originales, hasta que todos acabamos haciendo lo mismo.
h/t: Pijama Surf | Technology Review