El filósofo romano oriundo de la actual Córdoba habló del poder del miedo sobre nosotros, cómo éste es casi siempre un producto de nuestra mente, y propuso un antídoto sencillamente poderoso para combatirlo.
“Hay más cosas que pueden asustarnos que aplastarnos; sufrimos más a menudo en la imaginación que en la realidad” aseguró Séneca (4 a.C.-65 d.C.), uno de los grandes exponentes del estoicismo, al hablar sobre los miedos infundados —la fuente más recurrente, más insistente, de nuestra ansiedad. En sus Cartas a Lucilio, que son también una colección de hermosas meditaciones filosóficas, el pensador romano examinó la naturaleza de estos miedos y planteó lo que él consideraba su único antídoto.
Al observarla con objetividad, resulta evidente que nuestra mente tiene la extraña tendencia, casi siempre inconsciente o automática, de funcionar de forma independiente de los eventos que suceden fuera de ella. En la carta 13, “Sobre los miedos infundados”, Séneca describe el desgastante hábito de crear desastres imaginarios:
Un mal futuro puede ser verosímil: no quiere decir que sea certero. ¡Cuánto no esperado llegó! ¡Cuánto muy esperado no compareció nunca! Incluso, si un mal futuro debe necesariamente acontecer, ¿quién te obliga a sufrir su dolor ahora? Suficientemente vas a sufrir cuando llegue, mientras tanto preságiate mejores cosas.
¿Qué es lo que ganas? Tiempo. Muchas veces sucede que un peligro cercano o incluso inminente detiene su curso, desaparece o pasa a otra cabeza: el incendio abre un camino para la fuga; a veces un derrumbe te deposita suavemente, o la espada se frena justo antes de tu garganta: muchos sobreviven a sus verdugos. Hasta la mala fortuna tiene sus caprichos: puede que llegue, puede que no llegue, mientras tanto no es; imagínate algo mejor.
Aunque esto pareciera una obviedad —lo que no ha sucedido, simplemente, no ha sucedido— las previsiones, las predicciones, las conjeturas fantasiosas suelen merodear la mente de la gran mayoría de las personas. Pero conviene recordar que mientras la desgracia no suceda es sólo eso, una idea.
Más adelante en su carta, Séneca (quien también propuso la mejor manera de lidiar con lo desconocido) habla del sentimiento —que, sobre todo, es una decisión— capaz de aliviar nuestra mente: la esperanza.
En esto, la prudencia ayuda, aquí la robustez del ánimo rechaza incluso el miedo que ostensiblemente tiene razón de ser. En caso contrario, neutraliza por lo menos la debilidad con la debilidad y tempera al miedo con la esperanza. De todo esto, nada es tan certero como que nada de eso que tememos es certero, ni que nuestros temores cesen y que nuestras expectativas nos decepcionen.
Por lo tanto, la esperanza al temor contrapone, y cada vez que algo te parezca totalmente incierto, favorécete: cree lo mejor.
Es probable que de aquellas cuestiones que nos preocupan, que nos persiguen, sólo un pequeño porcentaje estén basadas en hechos o presupuestos reales, por lo cual, la respuesta de Séneca a ello es tan práctica como poética, tan brillante como sencilla.
via aleph