"A veces el volcán me sonríe, pero otras veces ni siquiera me mira" susurró en una entrevista el fotógrafo Yukio Ohyama, devoto del monte Fuji. Con una altura de 3778 metros, el Fuji-san es uno de los símbolos más poderosos del país nipón y su belleza dormida, el objetivo de fotógrafos que no se cansan de adorar y capturar su magia, un reclamo para los que aman la belleza de la naturaleza más salvaje.
El lirismo salvaje del pico más alto de Japón contrasta con el imponente poder de la naturaleza: podría entrar en erupción en cualquier momento. Mientras, ofrece regalos sensoriales en forma de fuego y agua, dos caras de la misma montaña. La luz del sol, la lluvia de las estrellas, el cerco de la luna sobre sus laderas, el brillo de las nieves en su cima, el reflejo de las nubes y el deslizar de sus fuentes, hacen que veneremos las mil caras de este volcán dormido, mágico e inmortal.