Sus escenarios hiper estilizados, su puesta en escena artificiosa, sus personajes encantadores, sus bandas sonoras rebosantes de buen gusto, forman un ecosistema que nos enamora.
Un director que reconoce como influencias a Truffaut, Louis Malle, Satyajit Ray, Polanski o Jean Renoir se merece todo nuestro amor.
Aunque no son siempre obvias, sí que hay en su cine la alegría de vivir de Truffaut, la ligereza de Renoir o la obsesión por la forma, casi enfermiza, de Kubrick.
Cuando nos sumergimos en el universo Anderson, algo nos empuja a querer quedarnos a vivir allí para siempre. Nos sentimos cómodos en un lugar en el que Bill Murray podría ser tu padre, Anjelica Huston tu madre, o podríamos tener amigos como el Fantástico Señor Fox.
Sus películas son una auténtica experiencia visual, fantásticas piezas de orfebrería vintage para paladares exquisitos porque convierte cada uno de sus fotogramas en una obra de arte.
"Sus escenarios hiper estilizados, su puesta en escena artificiosa, sus personajes encantadores, sus bandas sonoras rebosantes de buen gusto, forman un ecosistema que nos enamora"
Anderson crea un mundo idealizado, a medio camino entre el teatro y los recuerdos, la melancolía y los sueños, que nos fascina porque al final, su mundo siempre será mejor que el nuestro.