A finales de los años 80, Lieserl, la hija del célebre genio, donó 1.400 cartas escritas por Einstein a la Universidad Hebrea, con la orden de no hacer público su contenido hasta dos décadas después de su muerte; aquí una de ellas.
Fue la primera hija del matrimonio, aunque cuando nació aún no estaban casados. Fue adoptada por otra familia debido a las dificultades de la pareja, pero se cree que la bebé murió antes de su primer año a causa de una enfermedad, en concreto tifus.
Nadie sabe qué fue de la única hija de Einstein. Desapareció poco después de su nacimiento y no se han encontrado rastros de ella. Es probable que Marić la diera en adopción, ya que Einstein estaba a la espera de un trabajo en Berna, la capital de Suiza. Otra posibilidad es que falleciera por la infección.
En otra misiva, fechada en septiembre de 1903, cuando Marić estaba embarazada de su segundo hijo, Einstein le decía que no estaba enojado porque estuviera esperando otro bebé, la cual murió en un accidente de automovíl según los datos hallados en el diario de Maric.
De hecho, decía que había estado pensando en una nueva Lieserl, porque a Marić «no debería negársele el derecho que tienen todas las mujeres», y agregaba que se hallaba «muy triste por lo que le ha sucedido a Lieserl». Una teoría es que la niña había desarrollado fiebre escarlatina, y una posibilidad es que muriera por la enfermedad. «¿Cómo quedó registrada la niña?», escribió Einstein. «Debemos tomar precauciones para que no tenga problemas más adelante.» No existen registros de nacimiento en Novi Sad ni en las regiones vecinas que puedan dar indicios sobre Lieserl. Lo más probable es que fuera dada en adopción y quedara registrada con el nombre de su nueva familia. El científico y su mujer tuvieron otros dos hijos ya casados, Hans Albert Einstein y Eduard Einstein.
Nota importante: Esta carta no aparece en el archivo de Albert Einstein, por lo que dudamos de su autenticidad.
La carta se ha compartido en redes sociales más de 100.000 veces desde 2014. En las publicaciones se asegura que dicha misiva estuvo en manos de Lieserl hasta fines de la década de 1980, cuando la donó a la Universidad Hebrea de Jerusalén. Sin embargo, los archivos internacionales que conservan el legado del físico suizo-estadounidense no contienen esa carta y su correspondencia no fue donada a la Universidad Hebrea por Lieserl.
“La fuerza universal es el amor”
Cuando propuse la teoría de la relatividad, muy pocos me entendieron, y lo que te revelaré ahora para que lo transmitas a la humanidad también chocará con la incomprensión y los prejuicios del mundo. Te pido aun así, que la custodies todo el tiempo que sea necesario, años, décadas, hasta que la sociedad haya avanzado lo suficiente para acoger lo que te explico a continuación.
Hay una fuerza extremadamente poderosa para la que hasta ahora la ciencia no ha encontrado una explicación formal. Es una fuerza que incluye y gobierna a todas las otras, y que incluso está detrás de cualquier fenómeno que opera en el universo y aún no haya sido identificado por nosotros.
Esta fuerza universal es el AMOR. Cuando los científicos buscaban una teoría unificada del universo olvidaron la más invisible y poderosa de las fuerzas. El Amor es Luz, dado que ilumina a quien lo da y lo recibe. El Amor es gravedad, porque hace que unas personas se sientan atraídas por otras. El Amor es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos, y permite que la humanidad no se extinga en su ciego egoísmo. El amor revela y desvela. Por amor se vive y se muere.
El Amor es Dios, y Dios es Amor. Esta fuerza lo explica todo y da sentido en mayúsculas a la vida. Ésta es la variable que hemos olvidado durante demasiado tiempo, tal vez porque el amor nos da miedo, ya que es la única energía del universo que el ser humano no ha aprendido a manejar a su antojo. Para dar visibilidad al amor, he hecho una simple sustitución en mi ecuación más célebre.
Si en lugar de E= mc2 aceptamos que la energía para sanar el mundo puede obtenerse a través del amor multiplicado por la velocidad de la luz al cuadrado, llegaremos a la conclusión de que el amor es la fuerza más poderosa que existe, porque no tiene límites.
Tras el fracaso de la humanidad en el uso y control de las otras fuerzas del universo, que se han vuelto contra nosotros, es urgente que nos alimentemos de otra clase de energía. Si queremos que nuestra especie sobreviva, si nos proponemos encontrar un sentido a la vida, si queremos salvar el mundo y cada ser siente que en él habita, el amor es la única y la última respuesta.
Quizás aún no estemos preparados para fabricar una bomba de amor, un artefacto lo bastante potente para destruir todo el odio, el egoísmo y la avaricia que asolan el planeta. Sin embargo, cada individuo lleva en su interior un pequeño pero poderoso generador de amor cuya energía espera ser liberada.
Cuando aprendamos a dar y recibir esta energía universal, querida Lieserl, comprobaremos que el amor todo lo vence, todo lo trasciende y todo lo puede, porque el amor es la quinta esencia de la vida. Lamento profundamente no haberte sabido expresar lo que alberga mi corazón, que ha latido silenciosamente por ti toda mi vida.
Tal vez sea demasiado tarde para pedir perdón, pero como el tiempo es relativo, necesito decirte que te quiero y que gracias a ti he llegado a la última respuesta!”.
Tu padre: Albert Einstein