Arnold Samuelson, un joven periodista de tan solo 22 años, decidido y aventurero, se embarcó en un gran viaje por su país después de finalizar sus estudios universitarios.
Empacó un par de cosas necesarias en su mochila, junto con su violín, y vendió a un periódico local una serie de artículos para poder emprender el viaje. A su vuelta a Minnesota, allá por el mes de abril de 1934, leyó por primera vez un cuento de Ernest Hemingway en el diario Cosmopolitan. El cuento en cuestión se titulaba «Un viaje al otro lado», el cuál posteriormente formaría parte de su novela «Tener y no tener».
El joven quedó tan impresionado con la lectura del cuento que no tuvo más remedio que emprender un viaje de más de 3.000 kilómetroshaciendo autostop, únicamente para poder ver a Hemingway y pedirle consejo.
El escritor le preguntó que qué quería exactamente, a lo que el joven escritor le contestó que había leído su último cuento publicado en Cosmopolitan y que había quedado tan impresionado, que no había podido evitar ir a conocerlo para charlar con él. Hemingway en ese preciso momento estaba ocupado, pero ya con tono relajado y cordial le invitó a pasarse de nuevo por su casa al día siguiente.
Al siguiente día empezaron a charlar y cuando Arnold Samuelson le confesó que no sabía escribir sobre ficción, que lo había intentado sin éxito, Ernest empezó a aconsejarle:
«Lo más importante que he aprendido acerca de la escritura es que nunca se debe escribir demasiado a la vez», dijo Hemingway, tocando mi brazo con el dedo. «Nunca hay que hacerlo de una sentada. Deja un poco para el día siguiente. Lo más importante es saber cuándo parar. Cuando empiezas a escribir y todo marcha bien, llega a un lugar interesante y cuando sepa lo que va a ocurrir después, ese es el momento de parar. Luego hay que dejarlo como está y no pensar en ello; déjalo reposar y que su mente subconsciente haga el resto. A la mañana siguiente, cuando has tenido un buen sueño y has descansado, reescribe lo que escribió el día anterior hasta llegar al lugar interesante donde usted sabía lo que iba a ocurrir a continuación. Escriba de nuevo y vuelva a repetir la sencuencia, volviéndolo a dejar en el siguiente punto interesante. Y así, sucesivamente. De esa manera, su materia estará llena de lugares interesantes siempre. Es la manera de escribir una novela que nunca se atasca y que es interesante a medida que se avanza en ella».
Ernest Hemingway, entre otras cosas, desaconsejó al chico fijarse en escritores contemporáneos. Según el gran escritor, había que competir con los clásicos, con los escritores ya fallecidos, que según él eran los que conseguían que sus obras resistieran al paso del tiempo. El escritor invitó a Arnold a su taller. Éste describe su experiencia en él de la siguiente forma:
Ernest Hemingway lo que estaba redactando era una lista de 14 novelas y 2 cuentos que le recomendaba al chico leer. Estos son los 16 libros que Ernest Hemingway recomendó a un joven escritor en 1934:
- «Anna Karenina» de León Tolstói.
- «Guerra y Paz» de León Tolstói.
- «Madame Bovary» de Gustave Flaubert.
- «El hotel azul» de Stephen Crane.
- «El bote abierto» de Stephen Crane.
- «Dublineses» de Jame Joyce.
- «Rojo y Negro» de Stendhal.
- «Servidumbre humana» de Somerset Maugham.
- «Los Buddenbrook» de Thomas Mann.
- «Allá lejos y hace tiempo» de W.H. Hudson.
- «El Americano» de Henry James.
- «Saludo y despedida» (Hail and farewell) de George Moore.
- «Los hermanos Karamazov» de Fiódor Dostoyevski.
- «La habitación enorme» de E.E. Cummings.
- «Cumbres borrascosas» de Emily Brontë.
- «El libro de Oxford del verso Inglés» de Sir Arthur Thomas.