Nos gustan las canciones tristes porque nuestro cerebro las necesita

Seguro que más de una vez os habéis sorprendido recurriendo a esa canción o a esa banda sonora que os hace llorar. Es casi como un acto involuntario lo de refugiarse en esas letras y esas melodías que nos entristecen y alivian a la vez, pero, ¿por qué recurrimos a esta válvula de escape? Tiene una explicación.

Gracias a La mente es maravillosa.

Cada persona tendrá una composición fetiche, una emoción musical que, lejos de abrumarnos o causarnos malestar, despierta nuestros sentimientos más profundos, logrando que el mundo se detenga y que naveguemos en la introspección.

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Damien Rice.

Desde hace décadas, algunas de las canciones más exitosas de la historia han sido canciones con tintes melancólicos o nostálgicos, como el Imagine de John Lennon o, más recientemente, las composiciones de la británica Adele.

¿Somos masoquistas? ¿Por qué nos deleitamos tanto con elEverybody Hurts de R.E.M. y con todos esos títulos que llegamos a escuchar en bucle aún pasando nosotros mismos por un mal momento? El propio Aristóteles ya dijo en su día que la música tiene el don de “purgar”. En esa primera idea ya avanzaba lo que hoy conocemos como “catarsis emocional”: el mecanismo mediante el cual nos permitimos liberar sentimientos, sensaciones y emociones complejas.

R.E.M., Everybody Hurts

Nadie es inmune al efecto de la música. Al cerebro le fascina, es más, estudios como el llevado a cabo en la Universidad McGill, en Quebec, y dirigido por la neuropsicóloga Valorie Sampoor, nos explican que la actividad neuronal en áreas como el núcleo accumbens (relacionada con las recompensas) demostraría que la música es tan importante para el ser humano como lo puede ser el alimento o las relaciones sociales.

Nos gusta la música triste porque nuestro cerebro la necesita

Dicen los entendidos en música triste que una de las canciones que mayor impacto causó en la historia fue Nothing compares 2 U, de Sinead O’Connor y escrita por Prince en 1985. La música, la letra y un rostro femenino llorando en primer plano se introducen casi al instante en lo más profundo de nuestro cerebro emocional. Es casi imposible no quedar imantado por toda un sinfín de sensaciones, sentimientos que arrastran consigo recuerdos nuestros del pasado, secuencias con las que sentirnos identificados.

Sinéad O'Connor, Nothing Compares 2U

Resulta casi contradictorio el hecho de que podamos “disfrutar” sintiendo precisamente emociones tristes. Esta premisa o duda fue la que les llevó a un equipo de psicólogos, músicos, filósofos y neurólogos de la Universidad de Tokio a realizar una serie de estudios. Los datos fueron publicados en la revista Frontiers in Psychology y no pudieron ser más interesantes.

The Cinematic Ochestra, To Build a Home

Las canciones tristes nos producen emociones positivas

Hay algo que todos hemos podido comprobar: después de escuchar una lista de reproducción "triste" no nos sentimos mal, al contrario. Es decir, no quedamos contagiados de esos malestares, esas pérdidas, ese dolor por una ruptura o por un desengaño. Lo que experimentamos después, curiosamente, es bienestar, alivio y tranquilidad.

Así, una de las investigadoras de este trabajo llevado a cabo por la doctora Ai Kawakami, experta en música y emociones, nos señala que es necesario diferenciar la emoción sentida de la emoción percibida o indirecta. La música, tiene la cualidad de hacernos percibir emociones de este último tipo: conectamos con ellas pero “no las sufrimos”. Es decir, no las sentimos con la misma intensidad que cuando la propia vida nos golpea con un revés, con algo inesperado y desolador.

Las canciones tristes tienen la curiosa cualidad de conectarnos con las emociones más profundas para después salir indemnes de ellas. Y no solo eso, emergemos con una sensación de bienestar.

Decía Leonard Cohen que cada vez que interpretaba la canción Hallelujah de Jeff Buckley sentía algo especial. Era como hallar el equilibrio en un mundo en caos, como buscar la reconciliación en todo conflicto. Así, una de las razones porque las que nos gusta la música triste es porque nos inocula un poco de paz, unas gotas de introspección y unas pinceladas de catarsis emocional.

Este tipo de música es una vacuna para las dificultades de la vida. De hecho, acudimos a ellas como lo hacemos con los libros que nos cuentan historias dramáticas, como cuando elegimos ver esas películas de triste desenlace pero que nos dejan siempre una enseñanza. La magia de esas emociones indirectas que nos generan este tipo de dimensiones son algo genuino e increíblemente útil.

Nos gusta la música triste porque nos permite tomar contacto con nuestro yo emocional de un modo más seguro y bonito.

Leonard Cohen, Hallelujah

En nuestra playlist Sintonía para un viaje emocional, os dejamos con un buen puñado de canciones tristes.

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