Es una cuestión de química que el amor y el afecto verdaderos no entiendan de edades ni de generaciones que sí se entienden en las peores circunstancias y en los peores escenarios posibles.
Volvemos a asomarnos a la vida y a la intimidad de una familia cualquiera a través de una buena dosis de humor, de verdades y de amor, mucho amor.
Las fotografías son la salvación para los que no tenemos memoria. La fotografía es más que un soporte para enmarcar los recuerdos ya que su grandeza está en la capacidad de suspender el tiempo y centrar el espacio en un instante.
La magia de los recuerdos y de los momentos vividos, paradójicamente, no tiene el poder y la fuerza suficiente para devolver a la cabeza aquellos días pasados con la claridad y la lucidez que merecen. Por eso existen los álbumes familiares.
Hace un año el estallido de la pandemia del Covid no cogió a todos desprevenidos. Ninguna persona en el mundo estaba preparada para lo que iban a suponer los meses venideros.
La familia que trabaja unida y rema en la misma dirección, será capaz de sacar cualquier proyecto adelante, por intrincado que sea, por laborioso que sea montarlo.
Dentro de cada casa, detrás de cada puerta y en los espacios que delimitan las paredes que protegen nuestra intimidad, se desarrollan microuniversos que gravitan a un ritmo diferente que el resto del mundo, las familias.
Ya estamos a las puertas de una de las Navidades más duras y extrañas de todos los tiempos. Nos asomamos a ellas con mucha nostalgia y con muchas incertidumbres.
Cuando crecemos y vamos alejándonos del faro de nuestra infancia, a veces, como ilusiones, aparecen los recuerdos bañados en nostalgia. Cuando esos recuerdos se construyen con tu padre o con tu madre sobre una pasión en común, el golpe de realidad se transforma en felicidad.
La conmovedora historia está inspirada en la unión familiar y la nostalgia y nos lleva hacia la historia de amor entre una abuela y su nieta, junto con Mickey Mouse. Nos vamos a 1940.