Cada una de las plantas, los árboles, las flores y los animales que conforman la naturaleza son bellos por separado pero son sublimes sin dan lugar a híbridos llenos de fantasia y de color.
Tenemos la falsa idea de que lo erótico y lo sensual se escribe sobre formas, volúmenes y pieles que encajan en cánones impuestos e imposibles. Qué equivocados estamos.
La soledad, tanto si se disfruta como si se sufre, es un ente bello en muchas de sus formas; es bella cuando se vive, es bella cuando se siente, es bella si se reflexiona, es bella si se observa y, por supuesto, es bella si se plasma en un lienzo.
Las pinturas de Christine Wu nos transmiten sensualidad, frialdad y el misterio de sus personajes, en su mayoría, misteriosas mujeres.
Los retratos de Yolanda Dorda nos muestran a mujeres liberadas y entregadas al disfrute de su sexualidad.
El universo de óleo sobre lienzo que Malcolm Liepke lleva años creando, está repleto de criaturas bellas que conviven con colores vivos y se quieren, se abrazan, se aman y experimentan la intimidad en soledad o compartida.
Hay pinturas a las que volver cuando necesitamos un hogar cálido para el alma. El realismo hunde sus raíces en la vida real de una época.
Cada cuadro de Anne-Christine Roda es un encuadre perfecto de sensibilidad y de belleza.
El arte hiperrealista busca algo imposible: la perfección. En el hiperrealismo no suele haber huellas de pinceladas, se elimina toda materia. Se elimina incluso toda emoción o sentimiento. Con ello asumimos que se quiere parecer a la quizás mucho menos realista fotografía.
La imaginación conlleva un importante ejercico de abstracción que algunos afortunados llevan a cabo de manera intuitiva y casi sin esfuerzo; escapar de la realidad, soñar o fantasear no es nada fácil y, mucho menos aún, plasmar lo soñado y lo fantaseado.