Epicteto (55 – 135 a. C.) fue un filósofo griego de la escuela estoica. Nació esclavo en Hierápolis, Frigia (actual Pamukkale, Turquía) y vivió en Roma hasta su destierro, cuando fue a Nicópolis, en el noroeste de Grecia. Sus enseñanzas fueron escritas y publicadas por su alumno Arrian.
Epictetus enseñó que la filosofía es una forma de vida y no solo una disciplina teórica. Para Epicteto, todos los eventos externos están fuera de nuestro control; debemos aceptar con calma y serenidad lo que sucede a nuestro alrededor. Sin embargo, los individuos son responsables de sus propias acciones, que pueden examinar y controlar mediante una autodisciplina rigurosa.
En el período helenístico, algunos filósofos también se preguntaron cómo alcanzar la felicidad y el equilibrio. Sus respuestas dieron vida a uno de los movimientos filosóficos más importantes de todos los tiempos: el estoicismo.
Epicteto fue uno de sus principales exponentes. Sus ideas tienen siglos de antigüedad, pero son tan actuales que pueden ayudarnos a delimitar el camino a la felicidad en el mundo moderno.
1. Para ser feliz, primero debes ser libre
Los estoicos no concebían la felicidad sin la libertad. Epicteto llegó a afirmar que “la felicidad no consiste en desear cosas sino en ser libre”. Estaba convencido de que esa libertad se consigue reduciendo los deseos a su mínima expresión.
“La riqueza no consiste en tener muchas posesiones, sino pocos deseos”, afirmaba el filósofo. El apego a las cosas genera un estado febril que nos aleja de la felicidad y el equilibrio emocional. Cuantas más cosas deseemos, más tendremos que esforzarnos por alcanzarlas, olvidándonos de disfrutar el aquí y ahora. Eso nos condena a un ciclo de insatisfacción permanente. El apego a las cosas materiales también genera el miedo a su pérdida, lo cual nos aleja cada vez más del camino a la felicidad.
Por tanto, para Epicteto el primer paso en la búsqueda de la felicidad consistía en alcanzar la libertad que proviene del desapego de lo material, de ser conscientes de que no necesitamos muchas cosas. Ese insight rompe muchas ataduras, nos libera de muchos condicionamientos y presiones sociales que pueden llegar a ser oprimentes y angustiantes, para seguir adelante más ligeros de equipaje.
2. Deshazte de las preocupaciones – de una vez y por todas
Epicteto era el filósofo de la no-preocupación. Comprendió que para alcanzar la felicidad no solo debemos desapegarnos de lo material sino también de nuestros pensamientos. Decía que “el único camino a la felicidad es dejar de preocuparnos por las cosas que escapan de nuestro control y voluntad”.
También nos alerta de que “el hombre no está tan preocupado por los problemas reales sino por la ansiedad que imagina generan esos problemas […] El hombre no se perturba por las cosas, sino por la opinión que tiene de estas […] Los acontecimientos no le lastiman, pero la percepción de ellos sí”.
Según Epicteto, necesitamos aprender a deshacernos de las preocupaciones que solo añaden un peso innecesario a nuestra vida. Para ello, debemos darnos cuenta de que muchas veces la ansiedad, el miedo o la frustración no provienen de los acontecimientos en sí, sino de la manera en que los interpretamos.
Si consideramos que ha sucedido algo negativo, reaccionaremos con enfado, frustración o tristeza. Si pensamos que es probable que suceda algo negativo, reaccionaremos con ansiedad, tensión y miedo. Sin embargo, esas emociones son más el producto de nuestros juicios que de los propios acontecimientos.
“No es lo que te pasa, es como te lo tomas. El dolor y el sufrimiento vienen de lo que nos contamos a nosotros mismos sobre las consecuencias, sobre el futuro, sobre lo que va a pasar como resultado de lo que ha pasado”, explicaba Epicteto refiriéndose a la narrativa que construimos alrededor de los eventos. ¿Cómo deshacernos de esa tendencia?
Comprender que existe una brecha entre la realidad y nuestra respuesta nos permite intervenir precisamente en la fase sobre la que tenemos algún control: nuestros pensamientos sobre lo ocurrido. De hecho, Epicteto decía que “las circunstancias no hacen al hombre, solo le revelan lo que hay en él”. Todo depende del cristal con que lo miremos. De ese cristal dependerá nuestra actitud y, en última instancia, nuestra felicidad.
3. No luches contra las circunstancias, acéptalas incondicionalmente
Uno de los requisitos para alcanzar la felicidad más importantes en la filosofía estoica es la aceptación radical. De hecho, los estoicos desarrollaron diferentes ejercicios prácticos para ayudarnos a aceptar las cosas. Séneca, por ejemplo, recomendaba hacer un balance al final de cada día, anotando cuando nos irritamos por algo trivial o nos enojamos por algo que no lo merecía. Si somos capaces de percibir esos errores, podemos mejorar nuestra actitud al día siguiente y responder con mayor ecuanimidad.
Epicteto, por su parte, pensaba que si esperamos que el universo nos proporcione lo que deseamos, vamos a estar condenados inevitablemente a la decepción. En cambio, si abrazamos lo que el universo nos da nuestra vida será más llevadera y podremos ser más felices.
Nos da un sabio consejo:
“No pretendas que las cosas ocurran como tu quieres. Desea, más bien, que se produzcan tal como se producen, y serás feliz.”
En el corazón de su filosofía se encontraba la aceptación incondicional, que no implica sometimiento ni resignación, sino una simple constatación de la realidad tal y como sucede.
Solo cuando tomamos nota objetivamente de lo que ocurre podemos cambiar lo que puede ser cambiado y dejar de preocuparnos por aquello sobre lo que no tenemos ningún control. En ese instante dejamos de reaccionar automáticamente para comenzar a planificar nuestra respuesta. Tomamos las riendas.
Epicteto simplemente nos propone responder de manera adaptativa ante los cambios que se producen en nuestro entorno, sin presentar una resistencia inútil, solo porque esos sucesos no encajan con nuestros deseos, expectativas o visión del mundo.
Epicteto pensaba que “la felicidad solo puede ser hallada en el interior”. Intentó ofrecer a sus discípulos un camino para alcanzar la felicidad personal estableciendo unos «requisitos» que siguen siendo perfectamente válidos en la actualidad.
Gracias a Jennifer Delgado del Rincón de Psicología