Relativizar las cosas que nos ocurren, no intentar controlarlo todo o dar importancia a lo que de verdad la tiene son sólo algunas obviedades para dejar de lado el sufrimiento. Apenas con cinco reflexiones se puede tomar el camino a la tranquilidad y el equilibrio. Con cinco reflexiones de Epicteto, eso sí.
Epicteto (55 – 135 a. C.) fue un filósofo griego de la escuela estoica. Nació esclavo en Hierápolis y vivió en Roma hasta su destierro, cuando fue a Nicópolis, en el noroeste de Grecia. Sus enseñanzas fueron escritas y publicadas por su alumno Arrian.
Enseñó que la filosofía es una forma de vida y no sólo una disciplina teórica. Para Epicteto, todos los eventos externos están fuera de nuestro control; debemos aceptar con calma y serenidad lo que sucede a nuestro alrededor. Sin embargo, los individuos son responsables de sus propias acciones, que pueden examinar y controlar mediante una autodisciplina rigurosa.
En el periodo helenístico, ya se preguntaban cómo alcanzar la felicidad. Respuestas de diversos filósofos dieron vida a uno de los movimientos de pensamiento más importantes de todos los tiempos: el estoicismo. Epicteto fue uno de sus principales exponentes y, todavía a día de hoy, podemos aplicar a nuestra vida algunas de sus reflexiones.
La felicidad de la que él hablaba se conoce como eudaimonia y se alcanza a través de la realización de actividades congruentes con valores profundos y con el establecimiento de un compromiso pleno. Os dejamos con cinco de sus enseñanzas más célebres.
“No son las cosas que nos pasan las que nos hacen sufrir, sino lo que nosotros nos decimos sobre esas cosas”.
Cómo nos hablamos, lo que nos decimos o cómo gestionamos los fallos que tenemos a la hora de sentarnos con nosotros mismos a mantener un diálogo interno puede determinar nuestro grado de autoestima a la hora de actuar.
Debemos tomar conciencia de lo que nos pasa y aplicar un alto grado de objetividad sobre las situaciones que vivimos para no caer en la trampa de tender a pensar que no debemos errar o que el resto del mundo es mejor que nosotros.
“En cuanto a todas las cosas que existen en el mundo, unas dependen de nosotros, otras no”.
Hay miles de cosas que se escapan a nuestro control y nos producen impotencia y frustración. Lo que de verdad importa es la intención que se tiene a la hora de afrontar ciertos hechos vitales.
Tenemos que darnos cuenta de que existen determinadas circunstancias que no dependen de nosotros. Nosotros podemos elegir cómo actuar, pero no depende de nosotros la forma en la que lo harán los demás. Tener esto claro y aceptarlo nos permitirá descargar mucho sufrimiento.
“Si hablan mal de ti, y es verdad, corrígete a ti mismo; si es una mentira, ríete de ella”.
Muy relacionada con la reflexión anterior, al igual que no podemos controlar lo que los demás hace, tampoco podemos controlar lo que los demás dicen u opinan de nosotros. No se le puede caer bien a todo el mundo.
Sin embargo, como sí nos importan lo que los demás piensen, debemos actuar con prudencia e inteligencia. Si están hablando mal y tienen razón, debemos corregirlo porque lo que dicen sobre nuestra persona nos puede ayudar a ver algunos errores de los que no somos conscientes.
Ante lo que no es verdad y no merece la pena ser explicado o aclarado, lo mejor es tomárselo con humor.
“Las opiniones y los problemas de otras personas pueden ser contagiosos. No te sabotees a ti mismo adoptando involuntariamente actitudes negativas e improductivas a través de tus amistades con otros”.
Quién no se ha cruzado en algún momento de su vida con alguien tóxico o alguna persona que vibra mal. Por eso, tenemos que abrir los ojos y observar si nos estamos contagiando de las actitudes e, incluso, pensamientos de quienes nos rodean.
Es totalmente contraproducente rodearse de personas negativas que pueden hacernos perder la perspectiva de la realidad y hacer que terminemos observando nuestro entorno de una manera muy pesimista casi sin darnos cuenta.
“En las desgracias propias, hay que acordarse del estado de conformidad con que miramos las ajenas”.
Es fácil encontrar la solución de manera clara cuando no somos nosotros los que sufrimos un problema. Esta falta de empatía a la hora de relativizar los problemas de los demás o a invalidar sus emociones puede volverse en nuestra contra cuando seamos nosotros las víctimas de alguna situación.
Epicteto nos insta a tomar distancia y a intentar ver lo que ocurre trasladando la problemática a un buen amigo o a un hermano. Cabría preguntarnos: “si le ocurriese esto a alguien que quiero, ¿Qué le recomendaría hacer?”. Si queremos que surta un efecto total, qué tal si nos preguntamos qué haríamos si nos pasara a nosotros.