Todas las personas tenemos un miedo terrible a estar solas porque vivimos en sociedad y entendemos que la vida tiene sentido si se transita con alguien, pero la soledad puntual y deseada puede ser sana y disfrutable.
Además, practicar la soledad es una actividad que puede generar salud mental y emocional. Hay que hacer caso a ese dicho que reza: "más vale solo que mal acompañado" porque tener una idea errónea de lo que es estar solo o sola, en muchas ocasiones, nos puede llevar a tener relaciones tóxicas o a experimentar situaciones que no deberíamos tener que vivir.
No sólo se trata de una cuestión emocional y mental, es algo físico y cerebral. Está demostrado que hay beneficios neurológicos en la habilidad de saber estar solo. La plenitud reside en disfrutar de ambas situaciones, tanto las que conllevan la soledad, como las que conllevan la compañía.
Muchos de nuestros problemas vitales pueden darse porque no sepamos estar sin alguien y eso, con frecuencia, desemboca en problemas de apego o estrés por abandono. Es por eso que vamos a darte unos consejos útiles para aprender a estar en soledad y disfrutar del proceso y de ti mismo o misma.
Lo primero a tener en cuenta es que estar solos es como un refugio de introspección donde hay que sumergirse de vez en cuando. El bienestar radica en saber combinar los tiempos de socialización con los de soledad. Algo que parece tan básico e incluso normal, suele ser difícil para algunas personas y por ello es necesario darles algunas herramientas.
Una de las principales claves es tomar conciencia de la autocompasión y del autocuidado para no hacer cosas que no nos apetezcan con tal de no estar solos. Solo cuando empiezas a tratarte con afecto y compasión descubres que, de vez en cuando, la soledad es catártica y reconfortante.
Como ya hemos indicado anteriormente, fomentar la introspección relacionándola a actividades que nos generen bienestar, es esencial. La introspección no solo es positiva para reflexionar sobre nuestros propósitos en el mundo o sobre qué prioridades tenemos, puede ser un ejercicio placentero si se desarrolla en un contexto en el que realicemos cosas que nos reconfortan.
La introspección puede ir ligada a dar paseos por la naturaleza, escuchar música, dibujar, leer, escribir o practicar alguna actividad física como el yoga. El mindfulness también te permite reducir la ansiedad asociada a estar solo al situar tu foco atencional en el momento presente, en el aquí y ahora.
Trabajar la autoestima es otro punto clave, ya que, en muchas ocasiones, el miedo a la soledad está íntimamente relacionado a tenerla baja.
Para mejorarla, es importante sentirse autónomo y realizar cosas por uno mismo. Celebrar los logos individuales y personales también es óptimo. La autovalidación también fundamental ya que te darás cuenta que no necesitas la validación de los demás. Tu entorno también afecta a tu autoestima, así que elige bien de quién o quiénes te rodeas.
Una vez trabajado el interior, es el momento de poner en práctica lo aprendido mediante la creación de rutinas en soledad. Lo ideal es que establezcas ciertos instantes a lo largo del día sin compañía. A veces, basta con una hora o, incluso, con tan solo veinte minutos. Cada persona tiene unas necesidades.
Finalmente, por un lado, es importante cuestionar tus creencias acerca de lo que es estar solo. Es necesario desafiar los constructos sociales relativos a que estar es algo de personas fracasadas, raras y marginales. Pregúntate si la soledad deseada te hace sentir mal una vez descubras el bien que te produce.
Y por otro, es vital indagar en el origen a tu miedo a la soledad ya que este puede venir producido por alguna experiencia traumática, un vacío existencial o quizás un miedo al rechazo o al abandono.
De cualquier manera, te invitamos encarecidamente a descubrir lo mejor de ti en soledad para poder mostrarlo y darlo en compañía.