El mundo del tatuaje tiene tantas posibilidades y estilos como magos de la aguja hay. Desde los geométricos o los minimalistas hasta los hiperrealistas o los que están llenos de color. Sucumbir a este arte milenario es cada vez más adictivo.
Los orígenes del tatuaje se remontan a hace más de 5.000 años, cuando los hombres euroasiáticos del periodo Neolítico comenzaron a tatuarse. En Egipto, por ejemplo, las mujeres eran tatuadas para representar su estatus social y muchas momias también eran marcadas.
La cultura celta y germánica utilizaban el arte del tatuaje con fines bélicos; los japoneses tatuaban figuritas de barro que acompañaban a los difuntos en su camino al paraíso y los aztecas tatuaban especialmente a los niños para rendir tributo a dioses como Quauhtli.
El término "tatuaje" tiene un origen polinesio y los antiguos pobladores de la Polinesia fueron los primeros en grabarse motivos en la piel. Desde entonces, las razones por las que las personas han ido insertando tinta en su piel, han ido variando según las culturas, los folclores y los objetivos de cada uno. No hay un tatuaje igual que otro.
Entre el hiperrealismo más detallado y el universo de lo macabro y lo grotesco, nos han llamado la atención los tatuajes del artista francés Sandry Riffard, conocido por sus calaveras, esqueletos completos, demonios y zombis que forman el pilar de sus composiciones.
Creando un espectáculo escalofriante pero cautivador, lleva a cabo su trabajo con un toque de fantasía, fusionando el mundo del terror con el reino submarino de Bob Esponja o el icónico Super Mario, lo que da como resultado obras maestras verdaderamente únicas.
¿Prestaríais vuestra piel y vuestro cuerpo para que Sandry diera rienda suelta a su oscura creatividad?
Sandry Riffard: Instagram