El cine de terror tiene varios subgéneros: gore, psicológico, teen, paranormal o found footage, pero hay un subgénero en particular que gana adeptos generación tras generación y que, en contraposición a la cantidad de muertes que genera en pantalla, nunca muere: el slasher.
De entre toda la amalgama de películas que han reivindicado el slasher desde los años 70, hay varias cintas que nos han pegado el estómago a la espalda, cortado la respiración y disfrutar de muertes retorcidamente sádicas a manos de psycho killers icónicos.
El último estreno de la saga de Scream y la serie basada en I Know What You Did Last Summer son dos pruebas fehacientes de que este tipo de cintas siguen más en forma que nunca. Todo se debe a esa leal legión de almas sedientas de emociones fuertes y adictos a descargar adrenalina.
Es por eso que, cada cierto tiempo, alguna ingeniosa mente marca una década y da una vuelta de tuerca a las reglas, creando otras nuevas o mejorando una serie de referencias entre generaciones de nostálgicos de John Carpenter o Wes Craven.
A continuación, os dejamos con 11 títulos claves que han hecho que el slasher no sea solo un subgénero, sino un género en sí mismo que revienta las taquillas y ha salpicado la cultura pop de escenas que se nos han quedado clavadas como un puñal.
Normas básicas de un buen slasher:
Tiene como protagonista a un psicópata real o sobrenatural (lo que aporta más interés y supone la excusa perfecta para realizar numerosas secuelas) que se dedica a matar a jovenzuelos descerebrados y que normalmente están de fiesta o practicando sexo.
En la primera entrega de la saga, el psicópata siempre mata por venganza o por algún hecho del pasado que le ha traumatizado, mientras que en las secuelas suele hacerlo por inercia, pero eso a los espectadores nos da igual.
Partiendo de esta sencilla premisa, lo que hace que un slasher se convierta en cinta de culto con el tiempo es el carisma del villano, la originalidad de las muertes y la capacidad del realizador para crear tensión en una buena secuencia.
La personalidad y el talento del director a la hora de encuadrar, sugerir o planear una escena pueden marcar una notable diferencia. La otra baza que hace interesante una buena cinta de terror es que los personajes tomen decisiones y tengan reacciones normales ante las señales de peligro, sin olvidar que es importante no tomar al espectador por idiota.
Antecedentes
Es difícil fijar cronológicamente los orígenes de este subgénero, aunque muchos son los que los fijan en la década de los 70 con el giallo y la obra de Dario Argento, sobre todo con Suspiria (1977).
Pero hay una obra maestra a la que los fans del slasher estarán eternamente agradecidos: La matanza de Texas (1974), de Tobe Hooper. Cinta de culto por su crudeza, su malsana atmósfera, sus escenas perturbadoras y una violencia explícita que causó mucha controversia en aquella época que ya empieza a antojarse remota.
Otra aportación estrella de la década, que introdujo el fantástico al subgénero, marcó una época e implantó un prototipo que se va a copiar hasta la saciedad, fue la masacre protagonizada por el vengativo Michael Myers en La noche de Halloween, de John Carpenter (1978).
La fantástica década de los 80
Los reyes de esta época fueron Jason Voorhees y Freddy Krueger, dos de los mejores psycho killers que ha tenido el cine.
Sean S. Cunningham en 1980 nos llevaba al campamento Crystal Lake con Viernes 13 (1980) y nos hacía cómplices de un asesino con máscara de hockey aficionado a utilizar el machete rudamente.
Pero si hay una figura clave para el terror teen, esa es la del maestro Wes Craven y su criatura Freddy Krueger, un mito que campó a sus anchas entre las pesadillas de los protagonistas de la inolvidable (valga la redundancia) Pesadilla en Elm Street (1984).
Reinventando las reglas en los 90
En 1996, Craven, formando tándem con el guionista Kevin Williamson (Dawson crece, 1998), volvió a crear tendencia y a aunar a público y crítica iniciando una saga con el metacine como eje conductor.
Ghostface era un asesino que se basaba en las películas de terror (y sus reglas) para hacer la suya propia en Scream (1996). De lo mejor que habíamos visto en mucho tiempo.
Scream supuso el pistoletazo de salida para todas las muy disfrutables cintas que la sucedieron a finales de los 90, pero únicamente James Wong aportó algo de savia renovada al slasher en el año 2000, con Destino final.
Siglo XXI: la escasez de ideas y la era del remake
La primera década del siglo XXI no fue demasiado generosa para el slasher, pero hubo honrosas excepciones, como el pornture de Hostel (Eli Roth, 2005) y el realismo explícito de Wolf Creek (Greg McLean, 2005), que dieron certeras pistas de los caminos a seguir.
Los penúltimos sustos
Únicamente dos historias nos hacen mantener la fe en que seguiremos suspirando por más adrenalina y hemoglobina.
The Cabin in the Woods (Drew Goddard, 2012) es una vuelta de tuerca, o dos, a lo que habíamos visto hasta ahora y la muy ochentera y perturbadora It Follows (David Robert Mitchell, 2014). Con uno de los entes más perturbadores del cine contemporáneo y una maldición pandémica de lo más sexual.
Estad atentos, vigilad vuestra espalda, no contestéis al teléfono y rezad para que el slasher sea igual de inmortal que todos los asesinos que le han dado protagonismo durante más de 50 años. La sangre va a seguir corriendo.