Por justicia poética, siempre nos sentiremos en la obligación de recordar que hace ya más de 80 años, se sentenció la muerte del poeta alicantino Miguel Hernández. 

Se lo llevaron en primavera, esa a la que cantó en varias ocasiones, la misma a la que no volvería a escribir, la misma que no volvería a oler.

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Ilustración por Noel Badges Pugh.

Miguel Hernández vivió apenas 31 años. Un tiempo escaso, fugaz e insuficiente pero que al poeta de Orihuela le bastó para convertirse en una de las voces más importantes de la literatura española del siglo XX.

Murió de tuberculosis, en una cárcel de Alicante, un 28 de marzo en 1942. Hace más de 80 años. Un consejo de guerra lo había condenado a muerte en 1940. Y aunque el régimen franquista le conmutó la pena a cambio de 30 años de cárcel, las condiciones de su prisión fueron más implacables que cualquier horca.

Azahar 

Frontera de lo puro, flor y fría.
Tu blancor de seis filos, complemento,
en el principal mundo, de tu aliento,
en un mundo resume un mediodía.

Astrólogo el ramaje en demasía,
de verde resultó jamás exento.
Ártica flor al sur: es necesario
tu desliz al buen curso del canario.

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Ilustración por Noel Badges Pugh.

Primavera Celosa 

Me cogiste el corazón,
y hoy precipitas su vuelo
con un abril de pasión
y con un mayo de celo.

Vehementes frentes tremendas
de toros de amor vehementes
a volcanes me encomiendas
y me arrojas a torrentes.

Del abril al mayo voy
más celoso que moreno
y más que celoso estoy
en mi corazón ameno.

Como de un fácil vergel,
se apropian de ti y de mí
la vehemencia del clavel
y el vellón del alhelí.

Hay gallos de altanería
alardeando en mis venas
y en la frondosa alma mía
mejoranas y azucenas.

Sin sospechar sus gusanos
llega tu carne a sus plenos,
y se me encrespan las manos
y se te encrespan los senos.

Me desazona la planta
un ansia de enredadera
y de tu cuerpo y de tanta
rosa rosal ser quisiera.

Dando fruto a las abejas,
entre labios y racimos,
muy cerca de tus orejas
y de las mías vivimos.

Si a higuera tu beso huele,
suena y sabe a ruiseñor,
y abril con amor me duele
y mayo con flor y amor.

Beso y quiero, quiero y muero;
si nos parte en dos la ausencia,
pues con vehemencia te quiero,
me moriré con vehemencia.

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Ilustración por Noel Badges Pugh.

Elegía

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón
Sijé con quien tanto quería).

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento.
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

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