Ledicia Costas

Rizomas #1: Pedro Mariblanca entrevista a la escritora Ledicia Costas

Continuamos nuestro proyecto de entrevistas Rizomas, liderado por Pedro Mariblanca, con Ledicia Costas, una de las autoras más prolíficas de la literatura gallega actual. Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil (2015), tres veces ganadora del prestigioso Premio Lazarillo (2015, 2017 y 2022) y creadora de mundos donde la fantasía, la emoción y el pensamiento crítico marcan el camino de la vida.

Ledicia Costas
La autora Ledicia Costas.

RIZOMAS es un proyecto de Pedro José Mariblanca Corrales, historiador, filósofo, periodista y unas cuantas cosas más… Con un claro guiño a la filosofía de Gilles Deleuze y Felix Guattari –en la que la heterogeneidad, la diferencia, las multiplicidades, el encuentro, la ruptura y las líneas de fuga son las principales armas para escapar al mundo que vivimos y construir posibles frente al mismo– éste ha sido concebido para conversar y aprender con las personalidades más importantes de la cultura, el saber, la ciencia y la técnica.

Más de veinte libros infantiles y juveniles –traducidos muchos de ellos a idiomas como el coreano, el persa, el portugués, el rumano o el inglés–, cuatro para público adulto –acogidos muy bien por éste–, uno de poesía, otro ilustrado, más por venir y una gran cantidad de reconocimientos nacionales e internacionales. Esta superventas todoterreno, Ledicia Costas (Vigo, 1979), que dejó el derecho para saltar al vacío de la escritura, se ha convertido por derecho en una de las plumas más importantes y representativas de las bellas letras en gallego y en español.

¿Cuándo, cómo y para qué empiezas a escribir? ¿De dónde nace tu necesidad de contar historias?

Empecé muy pequeña. A los nueve o diez años ya estaba escribiendo. Siempre me gustó jugar con las palabras, experimentar e inventar. Y siempre tuve una imaginación difícil de controlar. Era una niña bastante alternativa, no era capaz de prestar atención en clase, no podía controlar esa cabeza que viajaba por muchos sitios pero que, desde luego, en el aula no estaba. Con el tiempo, descubrí que la mejor forma de canalizar todo eso era a través de los libros. Y a la edad de los trece, catorce, quince años, escribía un libro por año, sin demasiadas pretensiones.

Curiosamente, un libro que escribí con dieciséis años, en el instituto acabó siendo. Ésa fue mi primera obra, que no está traducida al castellano (sólo está en gallego). Y ahí empezó todo, ahí tomé conciencia de que mis libros podían llegar a las librerías y que, por tanto, podían llegar al público. Pero era súper tímida y súper introvertida, no sabía nada del sistema literario, no sabía ni siquiera que existían etiquetas como las de la literatura infantil, la literatura juvenil, la literatura para público adulto… Simplemente, escribía sobre aquello que me gustaba como lectora, tratando de hacer libros como los que a mí me gustaba leer, así empezó mi trayectoria.

Luego empecé a presentarme a muchos concursos, algo que venía haciendo, en realidad, desde el cole. A veces ganaba, otras no y, cuando ganaba, recuerdo la sensación de felicidad extrema, como si dentro de mí explotara una bomba de confeti. Siempre estuve buscando esa sensación y creo que por eso nunca dejé de presentarme a concursos porque, para mí, esa alegría, esa felicidad es incomparable, una felicidad de la que guardo un gran cariño porque era una felicidad llena de entusiasmo.

Ya más mayor, estudié la carrera de derecho, concretamente la rama económico-empresarial, yo, que siempre he sido torpe con las matemáticas… Quería ser escritora, o quería ser ninguna de las otras cosas que me ofrecía la Universidad. Entonces, estudié la carrera mientras trabaja, pues soy de esas personas que se han sacado la carrera mientras trabajaban, muy despacito, muy despacito. Y al final acabé dejando el derecho por la literatura. Trabajé durante dos años en un despacho, pero era muy infeliz porque no tenía tiempo para escribir. Y ahí me planteé si quería vivir siendo una abogada triste o vivir siendo una escritora feliz. Y me abracé a la segunda opción, colgué la toga en el armario en el año 2012, quizás 2013, y no la he vuelto a descolgar, ahí se quedó.

Desde entonces, toda mi vida empezó a girar en torno a los libros y llevo así ya más de diez años, dedicándome en exclusiva a la literatura y, por lo tanto, pudiendo dedicar todo mi tiempo a escribir o a todo aquello que tenga que ver con la actividad literaria: promoción, visitas a coles, ahora, que escribo también para público adulto, a la poesía, al teatro (pues tengo un espectáculo por el cual he llevado mi poesía a escena), etc. Esa soy yo ahora, con todo cuanto me han aportado estas cosas, que es mucho.

Desde la publicación de tu primera obra hasta la actualidad, has creado decenas de libros, muchos de ellos top –y traducidos a varios idiomas–, has publicado con las mejores editoriales y has recibido numerosos premios, entre los que destacan el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil y el Premio Lazarillo, sobre el que puedes presumir de ser la única autora que lo ha ganado tres veces, ¿cómo ha sido el viaje?

Al principio, estaba cargado de inseguridades e incertidumbre porque, en realidad, tomar la decisión de dedicarte a la literatura es un salto al vacío, pues no sabes lo que va a suceder y escuchas mucho ruido a tu alrededor, con la gente diciéndote de todo (que cómo vas a dejar el despacho, cómo vas a dejarlo todo con la carrera que tienes, que vivir de los libros es imposible y, si ya es imposible, más lo es si escribes en galego, que te van a leer cuatro personas, que no hagas eso). Y lo que hice fue crear una especie de armadura, meterme en una burbuja e intentar perseguir aquello de lo que yo estaba segura, porque quería hacerlo. Otra cosa es que lo consiguiese o no. Todo ese ruido y todas esas voces te hacen dudar, pero esto es una carrera de fondo y así me lo tomé, sabiendo que iba a tener momentos buenos, otros regulares y que, a veces, me caería en un agujero. Es cuestión de tener la fuerza para resistir e ir viendo si las cosas van saliendo más o menos bien.

En cuanto a los premios, me sirvieron de colchón. Porque cuando éstos tienen dotación económica, piensas: “bueno, ya tengo para poder escribir sin dedicarme a otra cosa, porque tengo el colchón de este premio”. Por eso me han ayudado mucho, porque me han dado el sustento que necesitaba para poder dedicarme a esto. Cuando alguien me pregunta si creo que los premios literarios tienen sentido, siempre respondo lo mismo: “por supuesto”. Si no los hubiera ganado, seguramente hubiese sido diferente y habría tenido que buscarme un trabajo o dedicarme a otra cosa. Pero me dieron el sustento, me dieron la confianza y me abrieron muchas puertas, pues me dieron la posibilidad de ser traducida al castellano y luego me ayudaron a entrar en otros sistemas literarios y a llegar a otros idiomas. Por eso, se lo debo todo a los premios.

Luego es verdad que, a raíz de haber ganado el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil en 2015, todo explotó. Y, a partir de ese momento, mi vida se convirtió en una especie de vorágine, una bola de nieve que al principio era pequeñita, pero que, a medida que rodaba y caía por la ladera, se iba haciendo más y más grande. ¿Por qué? Porque empezaron a llegar muchos más libros, muchas más ofertas, más editoriales, más publicaciones, más traducciones a otros idiomas… Y algo que para mí es muy importante: las personas con las que me he cruzado por el camino, pues, gracias a eso, he tejido, más bien hemos tejido, una red, porque esto no es un trabajo individual, sino un trabajo colectivo, y me siento muy acompañada, tengo unos colegas de profesión que son extraordinarios; y el público, que es lo mejor que me llevo, en especial el público infantil, al que ves crecer con tus libros, es decir, niños y niñas que empezaron contigo cuando tenían diez años y ahora tienen el doble de edad y leen tus obras para público adulto. Ha sido y es muy bonito, soy una afortunada.

Escarlatina, a cociñeira defunta (Xerais). 
Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 2015
Escarlatina, a cociñeira defunta (Xerais). Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 2015.

¿Cuáles son las causas por las que lucha la abogada Ledicia Costas con su escritura?

Yo escribo por y para las niñas y los niños raros, para las personas alternativas y diferentes, por y para los chavales que sienten que no acaban de encajar en ningún grupo. Escribo para las personas que viven en los márgenes porque yo fui una niña alternativa y sé lo que significa estar en ese lugar, en el cual es muy difícil estar. Y es fantástico que la literatura te dé referentes, personas, circunstancias, situaciones y escenas donde te puedas, como se dice en gallego, acubillar (cobijar) y buscar cubillo (buscar refugio). Mis libros son refugios, ésa es mi causa, irrenunciable, y es precioso escribir por eso, aparte de que escribo para que los niños y los adolescentes se diviertan y para que los adultos se lo pasen bien porque creo que la literatura es puro gozo, puro disfrute, por encima de todo. Abrir un libro es emprender una aventura, pero mi causa más profunda, la que más conecta con el origen de todo es ésa.

Dada la velocidad del mundo actual, corren tiempos difíciles para la lectura, que se ha convertido en uno de los actos más revolucionarios del presente. ¿Qué opinas al respecto? ¿Cómo hacer para fomentar tan poderosa e imprescindible acción en la sociedad?

Fíjate, yo, que siempre he sido jugadora de videojuegos y que crecí con un libro en una mano y una consola en la otra, llevo toda la vida escuchando que era el fin, que los responsables de que no leamos son las pantallas y las máquinas, que iban a ser el fin de los libros y lo he escuchado año tras año. Han pasado ya varias décadas… Es verdad que observo que, en el mundo contemporáneo, eso se ha acelerado y que está más acentuado que cuando yo era pequeña, pero creo que puede haber una convivencia feliz. Lo que pasa es que abrir un libro es un reto porque vivimos en la sociedad de la inmediatez.

Estamos en un momento histórico en el que lo tenemos todo a un golpe de click y con un dedo podemos comprar, acceder, ir a cualquier lugar, etc. También es verdad que las pantallas, las redes sociales, unas más que otras, casi todas potencian la imagen. Y que te pierdes, yo misma me pierdo… No lo demonizo, porque soy usuaria de muchas redes sociales, les dedico muchas horas, por trabajo, pero también porque me gusta, seamos honestos, y me gusta saber qué está haciendo no sé quién, qué foto ha subido… Me pierdo entre vídeos. Y muchas veces me digo “¿qué estoy haciendo?”, estoy viendo vídeos sobre cocina y yo no cocino, por ponerte un ejemplo, o veo vídeos de muñecos animados… Y me puedo quedar ahí perdida durante horas. Entonces, tengo que hacer ese ejercicio de querer leer, quiero leer porque hay tiempo para leer.

Claro que leer es un acto revolucionario. Porque implica decelerar la sociedad en la que vivimos, que es la sociedad de lo inmediato. En ese sentido, hay que empezar desde la infancia, hay que convertir los libros en un objeto indispensable, que tener un libro en casa sea imprescindible para un niño o una niña y enseñarles a valorarlos desde que son prelectores y los acompañas con un cuento antes de dormir o los acompañas a una sesión de cuentos para leer y, cuando ya son un poco más mayores, les ayudas a elegir sus propios libros, que te pidan que se lo leas, los mismos, una y otra vez, porque ésos son sus favorito, y tú vas a conseguir más libros de esa temática, para que se sigan enganchando. Y cuando crezcan más, les vas a hacer su carnet de biblioteca, los vas a llevar una vez a la semana a la biblioteca para que vean lo guay que es poder llevarte un libro a casa, cuidarlo, leerlo, devolverlo y que te puedas llevar otro… Y luego va a llegar un momento en el que no tengas que leerles ningún libro, te los van a leer ellos a ti porque son autónomos y tienen una competencia lectora.

Es un esfuerzo colectivo, un esfuerzo de todos: madres, padres, bibliotecas escolares, bibliotecas municipales, etc. En realidad, si abrimos los ojos y vemos a nuestro alrededor, en todos los barrios y en todas las ciudades hay actividades relacionadas con los libros. ¿Por qué? Porque en cada rincón hay un escritor, una bibliotecaria, un maestro, etc. intentando que los libros estén por encima de todo y que estén siempre sacando la cabeza. Creo que se trata de eso, es un desafío, un acto revolucionario, muy necesario, ahora más que nunca.

¿Por qué empezaste con las generaciones más chicas? ¿Por qué es importante escribir para ellas?

Porque yo era una niña cuando empecé a escribir. Entonces escribía aquello que podía escribir: cosas infantiles. ¿Y qué sucedió? Pues que, a medida que pasaron los años, sí, me pasé a la literatura juvenil, porque yo crecía y seguía escribiendo cosas relacionadas con aquello que me gustaba leer. Luego descubrí que el público infantil y que el público juvenil maravilloso: es leal, sincero, honesto, entrenado… Es que el nivel de entrega de las niñas y los niños no es comparable a nada. Te tratan como si fueras una súper estrella. Yo entro por los coles y, de repente, soy Taylor Swift. Te adoran y lo hacen porque les has hecho un regalo, que es escribir una historia, con unos personajes que se van a quedar para siempre con ellos, y no te sueltan. Es muy gráfico, porque te agarran de la mano y ya van siempre contigo. Y es lo que te decía al principio: ver a un niño o una niña crecer con mis libros, me parece preciosísimo. ¿Cómo voy a renunciar a eso? ¿Cómo no voy a escribir para ellos? Es que tengo que seguir haciéndolo. Y luego, cuando ves que conectan con tus historias y aquello de lo que hablábamos antes sobre escribir libros para niños diferentes y alternativos, hay tantos niños que se sienten así… Y que tus libros pueden tener muchas capas de lectura y puedes conseguir que conecten muchos tipos de personas diferentes y que cada una tenga su propia lectura. Por eso escribo para ellos, porque les tengo mucho respeto y mucho cariño, las dos cosas.

Club de lectura en la Biblioteca Atlas do Soños del CEIP Seis do Nadal (Vigo).
Club de lectura en la Biblioteca Atlas do Soños del CEIP Seis do Nadal (Vigo).

Los niños son muy punkis. Por eso me gustan tanto. Son libres y, como no tienen filtro, se sienten completamente libres para decirte lo que piensan realmente. Y eso es lo que a mí me interesa, pues es una relación súper honesta. Se sienten libres para decirte lo que consideran y tú también te sientes libre, desde el respeto, para decirles lo que piensas. Es una relación muy auténtica, un vínculo muy puro. Con los adultos, que son muy autoconscientes, tienes que andar siempre modulando la imagen que quieres que tengan de ti. A los niños eso les da igual, son niños, punto, seres humanos de menor edad que nosotros, pero ojo todo lo que se puede aprender de ellos.

Desde Vigo para el mundo, la apuesta por Galicia y por el gallego en tus trabajos es una constante, ¿cuáles son las razones de tan bella empresa?

Creo que el acto de amor más radical que se puede dedicar a un idioma es defenderlo por encima de todo. El gallego es una lengua minorizada, cada vez la hablan menos personas y las nuevas generaciones apenas hablan gallego, especialmente en las grandes ciudades de Galicia. Hay sitios en los que el gallego sigue muy vivo, pero hay otros en los que no. Vivo en Vigo y en esta ciudad es muy complicado que un niño te hable en gallego. Visito muchos coles y cuando digo muchos coles quiero decir que, desde que empecé a dedicarme por entero a la literatura, he hecho más de tres mil visitas a los coles de mi tierra. Tengo una noción de lo que sucede en las escuelas gallegas y es que un niño que entra en la escuela en Galicia hablando en gallego es, casi con toda seguridad, un perfecto castellano hablante. Creo que desde la literatura podemos, por lo menos, aportar nuestro granito de arena al respecto, y es escribir las obras entretenidas, divertidas, con aventuras inolvidables en gallego para que sea un estímulo positivo y para que se abracen a los niños en gallego, como hice yo, que soy neofalante. Pues fui educada en castellano y llegué al gallego a través de los libros, y descubrí en el instituto autores como Agustín Fernández Paz, Fina Casalderrey… que escribían unos libros en gallego que me sorprendieron sobremanera, porque no los conocía y me llevaron a intentar escribir en gallego y publicar libros como los suyos. Entonces, como viví esa experiencia cuando era una niña, ahora hago el camino a la inversa.

Yo, por encima de todo, creo que la diversidad es riqueza y eso es algo que defiendo siempre en mis libros y en mi forma de entender la vida. Ojalá pudiéramos hablar en Galicia como lo hacen en Cataluña… porque aquí es muy difícil que eso ocurra. Mira que es un obstáculo escribir en gallego, porque luego tienes que traducirlo al castellano para entrar en el sistema literario español, tienes que hacer un trabajo doble, algo que no sucedería si escribieses en castellano, pues si el libro ha circulado ya en gallego, las editoriales son reticentes a publicarlo. Luego, no hay lectores en gallego fuera de Galicia y tendría que ser mucho más fácil. En Galicia tenemos un sistema literario súper rico, con autores y autoras que publican obras de todos los géneros y no se conocen fuera de Galicia, la inmensa mayoría, porque es dificilísimo salir de Galicia al exterior.

Es increíble, vivimos en un estado que es plurilingüe y diverso, donde conviven varios sistemas literarios, pero cada uno está en un compartimento estanco y no se permite que salga al exterior… y eso es una asignatura que tenemos pendiente. Se rompe la cadena de transmisión y ahí somos responsables todos. Si tú sólo le hablas en castellano a una niña o un niño, sólo van a aprender ese idioma. No podemos romper con eso, tenemos que intentarlo y es un esfuerzo, pero hay que hacerlo, independientemente de la presión del grupo, que no es una presión negativa, por supuesto. Por eso hablo a todos los niños en gallego, porque de algún sitio tendrá que venirles.

¿Cómo fue el paso de la literatura infantil y juvenil a la narrativa para el público adulto? ¿Cuál es la diferencia entre escribir para un público infantil y juvenil y hacerlo para personas adultas, si la hay? ¿Cómo se complementan ambas escrituras?

Pues mira, empecé a escribir literatura para público adulto cuando tuve una producción muy intensa en el ámbito infantil y juvenil. Soy una autora que necesita experimentar, salir de su zona de confort, otros estímulos… Y de esta forma, he descubierto que soy una todo terreno. Pero creo que eso se ha debido también a que soy escritora de infantil, pues los escritores de infantil acostumbramos a ser todo terreno. Porque llegas a un cole y te puedes encontrar de todo, con lo cual, al final, eso te curte y yo, en ese sentido, me siento preparada. Y me apetecía mucho hacer algo diferente. Por eso empecé a escribir para público adulto.

Golpes de luz, de Ledicia Costas, una de sus obras para adultos.
Golpes de luz, de Ledicia Costas, una de sus obras para adultos.

¿Cuál es la diferencia? Básicamente, el tiempo que tienes que dedicarle, pero por extensión, no por otra cosa. Normalmente, la labor de documentación es muchísimo más extensa cuando escribes para un público adulto y las novelas también. No es lo mismo una novela como Piel de Cordero, que tiene trescientas cuarenta y cuatro páginas, que La Señorita Bubble, que tiene unas ochenta, con una letra muy grande. Ahí está la diferencia para mí, y tener esa capacidad, que me parece fundamental, de saber a qué tipo de público te estás dirigiendo, con el registro necesario para ello.

Muchos autores de literatura para público adulto, que nos ven a quienes hacemos literatura infantil por encima del hombro y creen que es facilísimo, que cualquiera puede escribir libros para niños, que ellos no lo hacen porque no quieren, cuando escriben libros para público infantil no funcionan. ¿Cómo van a funcionar si están completamente desconectados del mundo infantil? Tú no puedes escribir libros para niños si no sabes cuáles son sus gustos, cómo se expresan… Tienes que estar en esa onda y eso requiere un esfuerzo: saber quién es Bluey, ver series, ir al cine y ver las películas que a ellos les gusta, leer literatura infantil. Pues si la única referencia que tienes, con todos mis respetos, es La Isla del Tesoro y no conoces a Diego Arboleda, a María Paz, a Pedro Mañas, a Patricia García-Rojo, al Hematocrítico… estás perdido. Escribe libros para público adulto, que está muy bien, pero no te subas a ese tren si no te lo has trabajado. Hay que estar en formación permanente porque cada cinco años hay un modelo de niño nuevo. ¿Cómo se consigue eso? Yendo a colegios, pues si eres autora de infantil y vas a coles, estás en la última. Y escuchando, por supuesto, pidiéndoles recomendaciones de libros, series, videojuegos, películas, etc. Y si llegas a un cole y te pones a cantar con ellos la canción de Bowser (Peaches), ven que formas partes de su mundo.

La muerte, la vida, el color, la oscuridad, la magia, la fantasía, la realidad, la ciencia, el pasado, el presente, el futuro, la tradición, lo popular, la condición humana, el amor, la amistad, la enfermedad, la actualidad –la cual abordas a través del machismo, la violencia de género, la ludopatía, el bullying, la salud mental–… son el ADN tu obra, ¿qué te ha llevado y te lleva a escribir en torno a estas cuestiones?

Creo que soy fabricante de mundos. Fabrico universos y me siento muy cómoda combinando fantasía con realismo social. Con lo que más cómoda y libre me siento es escribiendo fantasía porque el universo más destilado es aquel que tiene fantasía, como se puede ver con Escarlatina, la Señorita Bubble e incluso Piel de Cordero, donde la fantasía está muy presente. Pero soy una escritora social y eso, al final, siempre acaba asomando de una manera muy poderosa. Por eso escribo sobre cuestiones que me preocupan como ser humano y, en concreto, como mujer. Porque creo que es importante poner el foco en según qué cuestiones y es la mejor manera de generar debate.

Cuando algo no se nombra o no se menciona, es como si no existiese y hay que arrancar esas capas de silencio que existen alrededor de las cuestiones que son tabú y ponerlas sobre la mesa. ¿Para qué? Para hablar sobre ellas. Por eso, cuando se publicó Piel de Cordero, creció el debate sobre la violencia obstétrica, un tema que sale en todas las presentaciones de la novela, que se ha convertido en un instrumento que te interpela, porque te está hablando sobre cosas que te han pasado y te preocupan, cosas que le han pasado a personas que conoces… Y eso me parece mágico, que los libros creen un espacio de intimidad gracias al cual te atreves a verbalizar cosas que te conciernen o te han sucedido. Los libros tienen esa función y para mí es muy importante explotarla, pulirla, sacarle punta… Por esa razón, mis libros combinan todo eso que has explicado. Te puedes encontrar una novela sobre los últimos estertores de la Inquisición, con brujas que, en realidad, son mujeres que se rebelan y para mí las brujas eran la imagen de las mujeres que cumplían esa función, mujeres que se rebelaban ante el impuesto, que no estaban conformes, por eso la brujería. Y eso enlaza con el mundo contemporáneo a través del hilo de las violencias.

A propósito de Piel de Cordero, cuando lo leí, se me venía constantemente a la cabeza la película O Corno.

Fue brutal. Cuando vi O Corno, yo ya tenía escrita Piel de Cordero, que estaba en fase de edición. Y fue ver que empezaba con un parto, como la novela, y me pareció brutal. Esa sensación de decir: “bueno, aquí estamos, Jaione Camborda y yo, poniendo sobre la mesa la violencia del momento del parto”. Me pareció brutal.

Gran parte de tus relatos están protagonizados por mujeres. ¿Cuánto queda por decir y descubrir sobre ellas? ¿Por qué es tan importante que seáis vosotras quienes escribáis la historia? ¿En qué se diferencian los relatos escritos por mujeres a los que han sido escritos por hombres?

Ahora tenemos voz y podemos contar nuestras propias historias. Ya no las tienen que ficcionar hombres que vivían –y siguen viviendo– en una situación de privilegio, en la que desconocían nuestra realidad, aunque convivían con ella y sabían de la misma (es más fácil cerrar los ojos). Cada cual tenía su lugar, pero los hombres, desde su posición privilegiada, estaban en todas partes, porque eran los que tenían voz. Ahora, nosotras tenemos voz y podemos hablar de nuestra condición, de nuestros problemas, de nuestras preocupaciones…

El otro día tuve una experiencia bastante divertida, por llamarlo de alguna manera, porque tengo mucho humor… Pero, hablando de Piel de Cordero, me topé con un señor que me explicó, a mí, qué es la menstruación, qué es menstruar y qué nos pasa a las mujeres cuando menstruamos… Y pensé: “¿Qué hago, le digo, señor, usted ha tenido la regla alguna vez o me callo?". Por eso es tan importante que contemos nuestras propias experiencias y hablar de lo que nos preocupa, de lo que nos atraviesa, de lo que sufrimos… Porque durante muchos años estuvimos calladas, o no se nos escuchaba, y ahora sí que tenemos voz y autoridad para contar, dirigir, pintar, para todo.

¿Sabes cuándo creo que va a haber un punto de inflexión? Cuando nos pregunten sólo por literatura y no hablemos de cuánto camino queda por recorrer, cuánto queda por hacer, qué opinión tenemos sobre la literatura escrita por mujeres… Yo opino que quiero hablar de literatura. Cuando dejen de preguntarnos sobre el papel de la mujer en cualquier cosa, ahí. A mí háblame de libros. Lo que has hecho tú, pregúntame cómo he llegado a ser la escritora que soy, por qué escribo libros para niños, cómo ha sido ganar premios, por qué trato temas sociales… Pregúntame sobre eso, sobre literatura, no me preguntes sobre el papel de la mujer en el siglo XXI y su diferencia con la segunda mitad del siglo XX. Cuando eso suceda y dejemos de recibir ese tipo de preguntas, creo que estaremos en otra situación. Eso nos enseñará que hemos hecho la transición.

¿Qué tal con tus últimas obras, Piel de cordero, Siete dientes de león y Pimpollo, el perro influencer? ¿Cómo te han acompañado con todo por lo que has tenido que pasar en estos últimos meses? ¿Cómo te encuentras tú al respecto?

Han sido una tabla de salvación, literalmente. En estos últimos meses salieron libros muy diferentes: Siete dientes de León, que es un álbum ilustrado para primerísimos lectores; los Pimpollos, que es una obra sobre un perro influencer para niñas y niños a partir de siete años; y Piel de Cordero… Tenía la posibilidad de parar esto y de esperar porque no estaba en condiciones, pero no quise. ¿Cuál era la otra opción? Estar metida debajo de una manta, agazapada. Y lo que hice fue todo lo contrario, salir a la luz, pero de una manera muy poética y bonita, que es abrazada a los libros. Y funcionó, funcionó como una claraboya por la que empezaron a entrar los rayos de luz a través de las opiniones de los lectores y las lectoras de todos los públicos. Me dieron momentos súper lindos.

Colección Pimpollo. El perro influencer (Anaya)
Colección Pimpollo. El perro influencer (Anaya)

Escribí Siete dientes de León porque me encanta leer en voz alta y no tenía ningún álbum ilustrado. Además, es un libro precioso porque está ilustrado maravillosamente por David Sierra y por eso es un libro preciosísimo, por sus dibujos, que lo han hecho multiplicarse y crecer. Y empecé a poder leer en voz alta mi propio libro. Además, me gusta leer Siete dientes de León y luego, antes o después, leer Barbabuela, que es uno de los últimos libros que publicó el Hematocrítico en Nórdica y se complementa muy bien con el mío. Me parece una tarea preciosa para redondear una sesión: “Os voy a leer Siete dientes de León y un cuento que tengo aquí, que es muy divertido”. Me parece una manera de sentirme muy acompañada. Y luego Piel de Cordero, que es una novela densa, fatalista y desgarradora. A mí lo que me estimula es hablar de libros, acompañarlos, etc. Pensé que todos estos libros, que estaban ya preparados, estaban ahí por algo, y tenía que aprovechar ese estímulo para salir de ese agujero. Y fue un acierto porque me han mantenido durante gran parte de todo este tiempo en movimiento, fueron un globo de helio que me llevó hacia arriba.

¡Vaya! Son tres grandes herramientas para salir hacia delante. Piel de Cordero es la garra, Siete dientes de León la utopía (darle color a un mundo sin color) y Pimpollo la actualidad, un trabajo de periodismo social. Así que ole por ti, por cómo has salido palante con estas obras.

Sí, son muy diferentes entre sí, pero ahí está mi mundo. Uno es muy poético, Siete dientes de León, que es darle color a un mundo gris a través de la muerte, el duelo, el color y la magia. Luego están los Pimpollos, que son una revolución, con perros casi humanizados, pero que también es una crítica a la sociedad en la que vivimos, tan marcada por la imagen, y un canto al valor de la amistad. Y luego Piel de Cordero, que, no me lo habían dicho hasta ahora, sí, es una garra, una garra que te atrapa y no te suelta. Y ahí estoy yo, con la luz que me dan estos libros.

Siete dientes de león (Nórdica).
Siete dientes de león (Nórdica).

¿Qué se viene? ¿En qué andas ahora? He leído por ahí que estás preparando un gran homenaje a tu compañero de vida, Hematofestival, ¿podrías hablarnos de ello?

Se vienen varias cosas. Para otoño, voy a sacar un libro de poemas en Espasa, Ultraluz, con el que gané el Premio de Poesía Afundación en Galicia, que está publicado en gallego por Xerais, un libro que tiene un espectáculo escénico asociado, con los músicos Amaro Ferreiro y Sergio Martínez Puga, y que acompañaremos con algún bolo por ahí. Por otro lado, en noviembre, tenemos el Hematofestival, en el que estamos trabajando muchísimas personas –todas ellas muy vinculadas emocionalmente con Miguel–, un festival homenaje superambicioso con vocación de futuro que se celebrará la segunda semana de noviembre en la ciudad de Vigo y con el que ya veremos cómo hacemos en los siguientes años para que se siga celebrando, un festival de literatura infantil y humor pensado para todos los públicos, lo cual quiere decir que va a tener programación escolar, exclusiva en escuelas, programación para público familiar y programación sólo para público adulto. Igualmente, en octubre de este año, lanzaré con la editorial Triqueta un juego de cartas, de nombre Porquelandia, para estimular la capacidad creativa y que explote la imaginación de los niños mientras se divierten. Y ya estoy preparando lo que se viene para 2025: más Pimpollos y mi próxima novela para público adulto, que se estarán cociendo mientras sucede todo esto. Ahora tengo que acompañar estos libros, prepararme para el festival y, en adelante, pues continuar con todo cuanto acabo de contarte.

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