¿Puede el anhelo por experimentar el amor más puro ser suficiente para que lo sintamos sin una base real?
Las complejidades de las relaciones y conexiones humanas implican que no todas las historias de amor tengan un final feliz, a diferencia de lo que las películas de Disney nos enseñaron hace años.
Sin embargo, de cualquier fracaso se puede sacar una enseñanza y, con el amor, las cenizas de una relación pasada pueden ser el mejor aprendizaje para una nueva aventura futura.
Pero, ¿qué ocurre cuando, lejos de aprender, tan solo anhelamos cómo nos sentíamos cuando teníamos el amor correspondido a nuestro alcance? ¿Se puede fabricar el sentimiento del amor como si de un placebo se tratase?
En el cortometraje Placebo, la directora neoyorkina Sage Bennett aborda las aristas menos pulidas de las relaciones sexo-afectivas y nos plantea si el hecho de desear con una desbocada intensidad sentir el amor más puro, puede conseguir que lo sintamos, aunque en realidad se trate de un mero reflejo y no de la realidad.
El monólogo de una mujer nos transporta a una reflexión profunda sobre cómo el autoengaño es capaz de nublarnos el juicio cuando en una relación rota el amor ya solo es el reflejo de lo que algún día fue.
Placebo es una mirada intimista en un viaje al lado oscuro de la pasión, a la delusión y a la neurosis que la acompañan. Rodada en Acapulco (México) con una Super 8mm y 16mm, Bennett pretende mostrar las imperfecciones de las relaciones con una cinta en la que la calidad no es la mejor posible en pleno siglo XXI.
“Los romances cortos pueden dejarte la sensación de que tienes menos derecho a pasar un duelo cuando terminan, porque nunca estuvieron destinadas a ser algo ‘serio’. Quería transformar esos puntos de dolor en arte”.
Vía Nowness